DE
FÍN Y PRINCIPIO. (1993).
EL
CIELO.
Por
ahí habría que haber empezado por el cielo.
Ventanas
sin alféizar, sin marco, sin cristales.
Un
hueco, nada más que un hueco,
pero
abierto de par en par.
No
tengo que esperar una noche clara
ni
levantar la cabeza
para
mirar el cielo.
Lo
tengo a mis espaldas, a mano, en mis párpados.El cielo me envuelve
por completo
y
me alza en el aire.
Ni
las montañas más altas
están
más cerca del cielo
que
los valles más profundos.
No
hay más cielo en un lugar
que
en otro.
Tan
implicablemente aplastada esta la nube
por
el cielo como la tumba.
Tan
en las nubes está el topo extasiado
como
las lechuzas que agita sus alas.
Aquello
que cae al abismo
cae
también del cielo al cielo.
Arenosas,
fluidas, rocosas
inflamadas
y volátiles
extensiones
de cielo, migajas de cielo,
bocanadas
y montones de cielo.
El
cielo está omnopresente
incluso
en las tinieblas bajo la piel.
Como
cielo, defecto cielo.
Soy
trampa entrampada
habitante
habitado
abrazado
abrazo
pregunta
en respuesta a una pregunta.
La
división en el cielo y tierra
no
es la forma adecuada
de
pensar en este todo.
Permite
tan sólo sobrevivivr
bajo
una dirección más exactamentepara ser encontrada con más rapidez
si
alguien me buscara.
Mis
señas personales
son
el entusiasmo y la desesperación.
(Traducción:
David Carrión S.)
A
ALGUNOS LES GUSTA LA POESÍA.
A
algunos,
es
decir, no a todos.
Ni
siquiera a lso más, sino a los menos.
Sin
contar las escuelas, donde es obligatoria,
y
a los mismos poetas,
serán
desde cada mil personas.
Les
gusta,
como
también les gusta la sopa de fideos,
como
les quitan los cumplidos y el color azul,
como
les gusta la vieja bufanda,
como
les gusta salirse con la suya,
como
les gusta acariciar al perro.
La
poesía,
pero
que es la poesía.
Más
de una insegura respuesta
se
ha dado a esta pregunta.
Y
yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como
a un oportuno pasamanos.
(Traducción:
Gerardo beltran, David Cantón, Abel Murcia.)
NADA
EN PROPIEDAD.
Nada
en propiedad, todo prestado.
Estoy
empeñado hasta el cuello.
Tendre
que liquidar la deuda
entregándome
a mí misma.
Así
está establecido:
devolver
el corazón,
devolver
el hígado,
y
cada uno de los dedos.
Es
tarde para cambiar las cláusulas del contrato.
Me
harán pagar la deuda
junto
con mi piel.
Ando
por unj mundo repleto de deudores.
Sobre
unos pesa
el
embargo de las alas.
Otros,
quieran o no,
declarán
las hojas.
Cada
tejido nuestro
está
en el debe.
Ni
una pestaña, ni una ramita
podrá
ser conservada para siempre.
Hasta
el último detalle está inventariado,
y
todo parece indicar
que
hemos de quedarnos sin nada.
No
logro recordar
dónde,
cuando y para qué
permití
que me abrieran
esta
cuenta.
La
protesta contra eso
es
lo que llamamos alma.
Y
es esto lo único
que
no está en el inventario.
(Traducción:
Katarzyna Moloniewacz).
WISLAWA SZYMBORSKA.
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