LA
PIEDRA FLORECE.
La
piedra florece.
La
piedra que florecer no puede,
cómo
florece la piedra.
Sus
flores son multicolores.
Coloreadas
cual las nubes al alumbrarlas laluna,
coloreadas
como tus ojos, vida mía,
y
cálidas.
Coloreadas
cual alegres ideas,
multicolores
como olas que ondean hasta el horizonte.
Cómo
florece la piedra,
cómo
florece la piedra que florecer no puede...
Huele
a viento que dispersa el llanto,
huele
a lo que es evidente,
a
sangre,
a
castañas asadas,
a
alboroto en las calles.
Huele
a libre visión y sentimiento
y
hechiza mariposas multicolores.
Así
florece la piedra,
la
piedra que florecer no puede.
He
de volver,
he
de volver, vida mía, con una de sus flores.
COSECHA.
Y
en su pico un pájaro,
de
esos que hacen compañía a los barcos,
lleva
colgada la historia de una niña uruguaya,
que
no sabe leer ni escribir.
Que
lava la ropa y prepara la comida.
Que
ha visitado dos veces la ciudad portuaria.
Que
cuenta estrellas hasta muy entrada la noche
y
lanza su historia a volar hacia arriba.
Sus
deseos no incumben a nadie.
Pero
aquel pájaro pescó su historia
al
vuelo, no muy lejos de la costa.
La
conserva, la cuida y la lleva consigo
en
sus travesías instintivas.
Está
solo con la historia,
no
llama, no avisa, no otea,
para
que la historia no se le pierda.
Sigue
ora este barco, ora aquel.
Sus
deseos configuran su vuelo.
PLANO
DE CIUDAD.
Enseñé
mi ciudad
a
tres hombres que hablaban claro.
El
primero dijo: tu ciudad parece un águila.
El
segundo dijo: tu ciudad parece un dingo.
El
tercero dijo: tu ciudad parece una serpiente.
Las
puertas se cerraron
y
las luces ennegrecieron
al
callar las muralla.
Enseñé
mi ciudad
a
tres hombres que hablaban claro.
El
primero dijo: tu ciudad parece un bisonte o un tigre.
El
segundo dijo: tu ciudad parece un lucio a un alce.
El
tercero dijo: tu ciudad parece un halcón o una jirafa.
En
el agua se produjo un movimiento,
apareció
cierta espesura en el andén
más
los hombres negaron la dicha.
ARJEN
DUINKER. (1956).