PRELUDIO.
Las
cosas están absortas,
las
cosas están calladas
y
densamente gravita
la
vida sobre las almas.
Vuelan
rápidas las nubes,
barridas
por bruscas ráfagas,
y
una paloma va y viene,
temblorosa
y alocada.
Trae
el viento como un sueño
lejano
son de campanas.
El
ambiente se satura
de
humedades de borrasca.
Las
cosas están absortas,
las
cosas están calladas,
como
aguardando el milagro,
como
esperando la gracia.
Una
gota prematura
me
ha salpicado la cara.
Y
como esa niña enfrente
que
cuida y mima sus plantas,
yo
también en mi balcón
expongo
mi triste alma
-que
se me muere de sed-
para
que se empape de agua.
QUÍMICA.
Poeta,
tu dolor de amor
dánoslo
en un solo verso.
En
el átomo menor
está
todo el universo.
La
lágrima que rezuma
es
todo el goce de amor.
En
la gota de la espuma
vive
el misterio del mar.
Aprende
a mirarlo todo.
Lo
grande está en lo pequeño.
Y
a veces se abre en el lodo
-flor
del infinito- el sueño.
El
pájaro es la ilusión
y
la estrella, la esperanza,
el
paisaje del balcón
que
se pierda en lontananza.
Tienes
en tu mano el mundo
con
solo saberlo ver.
El
siglo está en el segundo
y
el mañana en el ayer.
Conténtate
con lo poco
y
poetiza lo vulgar.
La
gente dirá: “es un loco,
un
pobre loco de atar”.
Tú
ríete de la gente,
y
en lo que tienes medita.
El
cosmos cabe en tu frente
cual
la fruta en la pepita.
Luego
sobrio, austero, parco,
da
a tu pensamiento forma.
Y
no te cuides del marco.
Sea
“desnudez” tu norma.
Danos
el brote, la yema,
que
es darnos el universo.
Cántanos
todo el poema
-infinito-
en solo un verso.
LOS
POETAS SABEN.
Los
poetas saben muchas cosas,
piedras
raras, extrañas flores.
Y
en mi jardín no hay más que rosas,
rosas
blancas y de colores.
Yo
no me atrevo a hacer poesía.
Mi
ajuar irrisorio es tan pobre.
Mi
hacienda se gasta en un día
como
una moneda de cobre.
Remotas
memorias fragantes
de
lejanos mayos floridos.
Y
un puñado de consonantes
para
hacer versos doloridos.
La
novia imposible y soñada.
Un
dolor de renunciación.
Y
una música sepultada
en
el fondo de mi corazón.
La
ventaja del pobre es esta:
que
nadie le puede robar.
Mi
poesía es torpe y modesta.
Oh,
no me la podréis quitar.
GERARDO
DIEGO.
Gerardo Diego Cendoya (Santander, Cantabria, 3 de octubre de 1896 – Madrid, 8 de julio de 1987) fue un destacado poeta y escritor español perteneciente a la llamada Generación del 27.
Representó el ideal del 27 al alternar con maestría la poesía tradicional y la vanguardista,
de la que se convirtió en uno de los máximos exponentes durante la
década de los años veinte. Su obra poética sigue, pues, estas dos
líneas.
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