CANCIÓN
DE LOS CIRUELOS.
- EL CABALLERO.
¿No
eres tú la muchacha
que
vi entre los ciruelos?
La
luna dejo un círculo de oro
en
tus labios, y arena. Ay, violetas,
caídas
en mi huerto
de
tu jardín, me dicen
la
canción hechizada
¡No
eres tú la que vive en los ciruelos?
Labios,
pájaros, hojas, cerco azul
de
la noche en tu vientre.
Ay,
frutos, ay, violetas,
¡la
que vigila y no responde
(ten
piedad de mí)
sino
con el dolor y con la muerte?
- LA DAMA.
No
habito en un castillo
de
altas almenas que tocan el cielo.
Vivo
la miseria de mi alma.
Y
en mis ojos dorados
la
noche agita su floresta.
En
ella puedes ver el estribo de plata
de
un caballero muerto por mis hadas.
DESVANECERSE.
No
tomes, pues el aire
se
ha vuelto como rosa de salitre,
y
en el muro se abren
oscuros
antifaces y arlequines.
La
hilandera del puerto
ha
cantado a la sombra de los verdes clemones
la
canción de las barcas,
la
canción de las horas.
¿Tornar?
¿Para qué quieres
tornar?
Sólo hallarías entre cofres antiguos
reyes,
reinas de traje apolillado
“desvanecerse
es, pues, la ventura de las venturas”.
ÚLTIMA
CANCIÓN DE ORFEO.
Tornas,
Eurídice,
a
la vida,
debajo
del manzano,
y
en tus cabellos
de
oro y plata
sorbo
un licor oscuro.
Quédate,
ay como estabas
en
tu jardín, a orillas
del
río de la muerte,
y
llena
de
flores de naranjo
la
barca
que
un día habrá de llevarme
aguas
adentro,
mientras
te digo
mi
cantilenas de polvo
como
un perro
que
le ladra a la luna.
MEDIANOCHE.
Medianoche,
no encuentro
los
caminos que dan al patio,
ni
el pozo de agua viva
donde
bajan las nubes y el pasado.
Digo
canciones a una sombra
para
volver siquiera soñando,
pues
sólo en sueños la muerte
nos
deja entrar en su barco
sin
dar al polvo lo que es del polvo
ni
a la mar los remos blancos.
Pierdo
la casa (prodigios
de
encantadores) y no me hallo
sino
en el patio que daba al cielo
y
en el agua del pozo y el naranjo.
GIOVANNI
QUESSEP.
Poemas
tomados de:”Un jardín y un Desierto”. (1993)