LA
LLUVIA.
No;
la lluvia no te moja:
te
resbala.
Tienes
la piel de aceite, amada mía.
Ungida
con aceite, perfumada.
Todo
lo ha traspasado de ternura
la
lengua transparente de las aguas
Un
vapor dulce, como el aliento
de
un buey, cálidamente exhalan
los
árboles.
Gotas
largas,
como
alfíleres líquidos,
brillan
al primer sol de la mañana.
La
lluvia que ha mojado tus cabellos
no
ha mojado tu cuerpo ni tu cara.
Los
cinco poemas de la primera entrega y “La lluvia” hacen parte de
Aspero Mundo (1956).
CUMPLEAÑOS
DE AMOR.
¿Cómo
seré yo
cuando
no sea yo?
Cuando
el tiempo
haya
modificado mi estructura,
y
mi cuerpo sea otro,
otra
mi sangre,
otros
mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré
en ti, tal vez.
Seguramente,
mis
sucesivos cuerpos
-prolongándome,
vivo, hacia la muerte-
se
pasarán de mano en mano,
de
corazón a corazón,
de
carne a carne,
el
elemento misterioso
que
determina mi tristeza
cuando
te vas,
que
me impulsa a buscarte ciegamente,
que
me lleva a tu lado
sin
remedio:
lo
que la gente llama amor, en suma.
Y
los ojos
-que
importa que no sean estos ojos-
te
seguirán a donde vayas, fieles.
De:
Sin Esperanza, con Convencimiento (1961).
LAS
PALABRAS INÚTILES.
Aborrezco
este oficio algunas veces:
espía
de palabras, busco,
busco
el
término hudizo,
la
expresión inestable
que
signifique, exacta, lo que eres.
Inmóvil
en la nada, al margen
de
la vida (hundido
en
un denso silencio sólo roto
por
el batir oscuro de mi sangre),
busco,
busco
aquellas palabras
que
no existen
-quizá
sirvan: delicia de tu cuello ...-
que
te acosan y mueren sin rozarte,
cuando
lo que quisiera
es
llegar a tu cuello
con
mi boca
-...o
acaso increible sonrisa que he besado-,
subir
hasta tu boca
con
mis labios,
sujetar
con mis manos tu cabeza
y
ver
allá
en el fondo de tus ojos,
instantes
antes de cerrar los míos,
paz
verde y luz dormida,
claras
sombras
-tal
vez
fuera
mejor decir: humo en la atrde,
borrosa
música que llueve del otoño,
niebla
que cae despacio sobre un valle-
avanzando
hacia mí,
girando,
penetrándome
hasta
anegar mi pecho y levantar
mi
corazón salvado, ileso, en vilo
sobre
la leve espuma de la dicha.
De:
Palabras sobre Palabra. (1965)
LETRA
PARA CANTAR UN DÍA DOMINGO.
Y
a última hora no quedaba nada:
ni
siquiera las hojas de los árboles
-acacias-,
ni el viento de la tarde,
ni
la alegría, ni la desesperanza.
La
caricia que pudo haber rozado
aquella
piel, no se produjo porque
aquella
piel no era la tuya,
ni
los ojos
que
me miraban eran
tus
ojos, ni el deseo
-que
en otro tiempo hubiera sido
suficiente-
renía
sentido, desviado
del
cauce de ti misma.
A
última hora había pasado un día,
y
al sentirlo hecho sombra, y polvo, y nada,
comprendí
que la luz que había llenado
sus
horas,
y
todas las palabras
que
ocuparon mi boca, y los gestos
de
mis manos,
y
la fatalidad de mis designios,
y
las calles que anduve paso a paso,
y
el vino que bebí, y la alegría
de
saber que existías en el mismo
instante,
no
eran sólo el fracaso repetido
del
Día del Señor, sino que eran
un
día más sin ti:
comprendí
con dolor que jamás, nunca
parra
mí habría domingos ni esperanzas
fuera
de tu mirada y tu sonrisa,
lejos
de tu presencia tibia y clara.
De:
Tratado de Urbanismo(1967).
ESO
ERA AMOR.
Le
comenté:
-Me
entusiasman tus ojos.
Y
ella dijo:
-¿Te
gustan solos o con rimel?
-Grandes,
respondí
sin dudar.
Y
también sin dudar
me
los dejó en un plano y se fue a tientas.
Ángel
González.
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