lunes, 26 de agosto de 2013

POEMAS DE JOSÉ EUSTACIO RIVERA.

Soy un Grávido Río...
 

Soy un grávido río, y a la luz meridiana
ruedo bajo los ámbitos reflejando el paisaje;
y en el hondo murmullo de mi audaz oleaje
se oye la voz solemne de la selva lejana.

Flota el sol entre el nimbo de mi espuma liviana;

y peinando en los vientos el sonoro plumaje,
en las tardes un águila triunfadora y salvaje
vuela sobre mis tumbos encendidos en grana.

Turbio de pesadumbre y anchuroso y profundo,

al pasar ante el monte que en las nubes descuella
con mi trueno espumante sus contornos inundo;

y después, remansado bajo plácidas frondas,

purifico mis aguas esperando una estrella
que vendrá de los cielos a bogar en mis ondas.
Cantadora Sencilla...
 

Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,
entre ocultos follajes, la paloma torcaz
acongoja las selvas con su blanda quejumbre,
picoteando arrayanes y pepitas de agraz.

Arrurruúu... canta viendo la primera vislumbre;

y después, por las tardes, al reflejo fugaz,
en la copa del guáimaro que domina la cumbre
ve llenarse las lomas de silencio y de paz.

Entreabiertas las alas que la luz tornasola,

se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola;
y esponjado el plumaje como leve capuz,

al impulso materno de sus tiernas entrañas,

amorosa se pone a arrullar las montañas...
y se duermen los montes... y se apaga la luz.
Vibradora Cigarra...
 

Vibradora cigarra: con tu lírico empeño
los veranos cantabas en la azul lejanía,
y al temblor de tus alas resonantes, fulgía
todo el sol en mis ojos y en el valle risueño.

Y callabas al verme por el linde pampeño

divagar, cuando el rayo moribundo del día,
con las blondas palmeras que la tarde mecía
tuve amores, y el llano me enseñaba el ensueño.

Hoy que lánguidas brumas se vistió la pradera,

algo espera mi alma sin saber lo que espera:
¡que el sol brille, que vuelvas y en la luz te remontes!

Ni siquiera un celaje sobre el páramo eterno...

Como tú ya no cantas, ha venido el invierno
y las mudas neblinas encanecen los montes.
Cubre el Silencio...
 

Cubre el silencio la bruñida arena
que el ancho cauce al horizonte explaya;
y allá en las selvas de azulina raya
sube un cantar bajo la luna llena.
Mientras la linfa su rumor serena,
al par que el astro, la canción desmaya;
y dulcemente en la brumosa playa
se inunda el aire de ignorada pena.
Junto al reflejo que la hoguera enciende,
están los bogas con atento oído;
¡nadie escuchó lo que la noche entiende!
Todos me ven con estupor, y en tanto
que no perciben ni el menor ruido,
sigue en mi absorto corazón el canto.
José Eustacio Rivera.

Nació en San Mateo-Rivera, Huila, 19 de febrero de 1888 y murió en Nueva York, 1.° de diciembre de 1928) fue un escritor colombiano destacado por su obra poética pero sobre todo por su novela La vorágine, considerada un clásico de la literatura hispanoamericana. (wikipedia)
 
Fuente: Antología de la Poesía Colombiana.

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