De
El Gran Número. (1976)
AGRADECIMIENTO.
Debo
mucho
a
aquellos que no quiero.
El
alivio con el que acepto
que
sean más cercanos a otro.
La
alegría de que yo no sea
el
lobo de sus ovejitas.
La
paz sea con ellos,
y
mi libertad con ellos,
y
eso el amor ni lo puede dar
ni
tomarlo sabe.
No
les espero
desde
la ventana hasta la puerta.
Paciente
casi
como un reloj de sol,
comprendo
lo
que el amor no comprende,
perdono
lo
que el amor jamás perdonaría.
Desde
el encuentro hasta la carta
no
pasa una eternidad,
sino,
simplemente, algunos días o semanas.
Los
viajes con ellos son siempre un acierto,
con
ciertos oidos,
catedrales
visitadas,
paisajes
nítidos.
Y
cuando nos separan
siete
montañas y ríos,
son
montañas y ríos
muy
familiares del mapa.
Es
mérito suyo,
que
yo viva en tres dimensiones,
en
un espacio no lírico y no retórico
con
un horizonte, por móvil, real.
Ellos
mismos no saben
cuánto
llevan en sus manos vacías.
“No
les debo nada”-
diría
el amor
sobre
esta cuestión abierta.
Traducción:
Elzbieta Bortkiewicz.
LA
MUJER DE LOT.
Miré
atrás dicen que por curiosidad.
Más,
curiosidad aparte, pude haber tenido otras razones.
Miré
atrás de pena por la fuente de plata.
Por
descuido, mientras ataba la correa de mi sandalia.
Para
no mirar más el cogote justo
de
mi esposo, Lot.
Por
la súbita certeza de que, si muriera,
ni
siquiera se habría detenido.
Por
la desobediencia de los sumisos.
A
la escucha de la persecución.
Tocada
por el silencio, esperando que Dios cambiará de parecer.
Nuestras
dos hijas ya desaparecían detrás de la cima de la colina
Sentí
la vejez en mí. La lejanía.
La
vanidad de la andadura. El sueño.
Miré
atrás al poner el hatillo sobre el suelo.
Miré
atrás por temor a dónde dar el paso.
En
mi sendero aparecieron serpientes,
arañas,
ratones, polluelos de buitres.
Ya
ni lo bueno ni lo malo. -Simplemente, todo lo vivo,
reptaba
y saltaba en pánico colectivo.
Miré
atrás por mí soledad.
Por
vergüenza de estar huyendo a hurtadillas.
Por
ganas de gritar, de volver.
O
quizá sólo cuando arrecío el viento,
soltó
mi cabello y me levantó el vestido.
Sentía
que me miraban desde las murallas de Sodoma
y
rompían en carcajadas sonoras, una y otra vez.
Miré
atrás por rabía.
Para
saciarme de su gran perdición.
Miré
atrás por todas las razones arriba expuestas.
Miré
atrás de forma involuntaria.
Fue
sólo una piedra la que giró rugiendo bajo mi cuerpo.
Fue
una gran grieta la que, de súbito, me cercó el camino.
En
el borde un hámster se agitaba sobre sus dos patas.
Y
fue entonces cuando ambos miramos atrás.
No,
no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome
y levantando el vuelo,
hasta
que la oscuridad cayó del cielo,
y
con ella la gravilla ardiente y las aves muertas.
Por
falta de aliento giré repetidas veces.
Quien
lo viese habría pensado que bailaba.
No
descarto que tuviera los ojos abiertos.
Es
posible que me desplomara con el rostro vuelto hacia la ciudad.
Traducción:
Elzbieta Bortkiewicz.
UTOPÍA.
Isla
en la que todo se aclara.
Ahí
se puede arribar a pruebas firmes.
No
hay más caminos que aquellos de llegada.
Las
zarzas se doblan por el peso de las respuestas.
Crece
ahí el árbol de la Suposición Correcta
con
sus ramas eternamente desenredadas.
Y
deslumbrantemente recto el árbol de la Comprensión
junto
a una fuerte llamada Ah, De eso Se Trata.
Cuanto
más denso se hace el bosque, más amplio aparece
el
Valle de la Evidencia.
Si
hay alguna duda, el viento la disipa.
E
l eco de ninguna voz toma la palabra
y
aclara con entusiasmo los secretos de los mundos.
A
la derecha, la caverna en la que se encuentra el sentido.
A
la izquierda, el lago de la Cinvicción Profunda.
Del
fondo se desprende la verdad y sale sin más a la superficie.
Domina
el valle la Seguridad Inquebrantable.
Desde
su cima se extiende la Esencia de las Cosas.
A
pesar de sus encantos, la isla esta desierta,
y
las pequeñas huellas de pasos que se ven en sus orillas
se
dirigen hasta el mar sin excepción.
Como
si de ahí solamente se saliera
para
hundirse irremediablemente en el abismo.
En
una vida inconcebible.
Traducción:
Abel A. Murcia S.
WISLAWA
SZYMBORSKA.
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