jueves, 17 de agosto de 2017

CUATRO POEMAS DE CEES NOOTEBOOK. I.

DESTERRADO.

Embarcadero, el barco que se deja
navegando sobre cristal.

Ahora estoy solo con Chong Er,
la llanura es mi panorama,
mis amigos los eremitas de las colinas,
hombres ya casi de piedra.
Sombrío me quedo en adelante,
lejos de los ciervos blancos
en los que cabalgámos por campos de nubes
y niebla.

Entre esto y la muerte
un tiempo para los pensamientos
que nadie ha escrito, vergüenza en un pizarrón
con tiza blanca, mi nombre liberado
de sus letras, vacío
como un sonido.

Marfil y joyas
todo eso lo conocía, mi sombra
desaparece en un pliegue del tiempo,
muela dejo, molido
entre el cascote de los días
comparto el destino de piedras y conchas,

un príncipe sin palabras
en una tela
tejida de nada.

NOCHE.

De noche, por castillos de nubes
y una última torraza de luz de luna,
el sueño de viajes prohibidos,
una puerta, siempre cerrada,
ahora entreabierta, el peligro de otra
vida, un poema

de una existencia a la inversa,
donde la muerte no tiene guadaña,
es un amante sobre herraduras de oro.
Que te acaricia los pechos
y te extiende la alfombra de las estrellas
para que te tumbes allí,

luz por todas partes, hasta en los dientes
del predador, en la suñas
del asesino y en el cuchillo reluciente
que escribe la última palabra,
fuego, y entonces con tus ojos de nadie
ver sin llegar nunca a un fin,

ver quién eras.

SIN IMAGEN.

Sin imagen aparece el poema,
forma que aún ha de surgir
del ámbito de las palabras,
heredadas de quien nunca conocí.

Lengua, tallada en sueños, en púlpitos,
amasada en lechos, cuartos solitarios,
útil en vida y muerte, arma
en la lucha contra el azar, el ardid
del destino.

Quienes fuimos, nuestro paso
por el enigma,
está escrito en palabras,
escritura como hija del habla,
susurros, lamentos, la médula
de los pensamientos,

testamento de una emoción
desaparecida, tono de decretos para un futuro,
cuando la muchedumbre se pierde
hacia su mudo
hogar.

PICASSO, ÚLTIMOS GRABADOS.

En esta nube copulan,
en esta nube negra, su deseo negro tinta
mordido en cobre, preciso y tenaz,
por el vidente tras la cortina, él desea,

él desea también a esa mujer y a ese hombre,
la doble figura
en la que penetra y se encrespa
como antes, hace aquel siglo.

En el abrazo inciso
busca un mar y un lecho, grita
por las mareas perdidas, por el eterno
comercio, con la nostalgia de aquel

que ha de ver.

CEES NOOTEBOOK. (1933).

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