DESTERRADO.
Embarcadero,
el barco que se deja
navegando
sobre cristal.
Ahora
estoy solo con Chong Er,
la
llanura es mi panorama,
mis
amigos los eremitas de las colinas,
hombres
ya casi de piedra.
Sombrío
me quedo en adelante,
lejos
de los ciervos blancos
en
los que cabalgámos por campos de nubes
y
niebla.
Entre
esto y la muerte
un
tiempo para los pensamientos
que
nadie ha escrito, vergüenza en un pizarrón
con
tiza blanca, mi nombre liberado
de
sus letras, vacío
como
un sonido.
Marfil
y joyas
todo
eso lo conocía, mi sombra
desaparece
en un pliegue del tiempo,
muela
dejo, molido
entre
el cascote de los días
comparto
el destino de piedras y conchas,
un
príncipe sin palabras
en
una tela
tejida
de nada.
NOCHE.
De
noche, por castillos de nubes
y
una última torraza de luz de luna,
el
sueño de viajes prohibidos,
una
puerta, siempre cerrada,
ahora
entreabierta, el peligro de otra
vida,
un poema
de
una existencia a la inversa,
donde
la muerte no tiene guadaña,
es
un amante sobre herraduras de oro.
Que
te acaricia los pechos
y
te extiende la alfombra de las estrellas
para
que te tumbes allí,
luz
por todas partes, hasta en los dientes
del
predador, en la suñas
del
asesino y en el cuchillo reluciente
que
escribe la última palabra,
fuego,
y entonces con tus ojos de nadie
ver
sin llegar nunca a un fin,
ver
quién eras.
SIN
IMAGEN.
Sin
imagen aparece el poema,
forma
que aún ha de surgir
del
ámbito de las palabras,
heredadas
de quien nunca conocí.
Lengua,
tallada en sueños, en púlpitos,
amasada
en lechos, cuartos solitarios,
útil
en vida y muerte, arma
en
la lucha contra el azar, el ardid
del
destino.
Quienes
fuimos, nuestro paso
por
el enigma,
está
escrito en palabras,
escritura
como hija del habla,
susurros,
lamentos, la médula
de
los pensamientos,
testamento
de una emoción
desaparecida,
tono de decretos para un futuro,
cuando
la muchedumbre se pierde
hacia
su mudo
hogar.
PICASSO,
ÚLTIMOS GRABADOS.
En
esta nube copulan,
en
esta nube negra, su deseo negro tinta
mordido
en cobre, preciso y tenaz,
por
el vidente tras la cortina, él desea,
él
desea también a esa mujer y a ese hombre,
la
doble figura
en
la que penetra y se encrespa
como
antes, hace aquel siglo.
En
el abrazo inciso
busca
un mar y un lecho, grita
por
las mareas perdidas, por el eterno
comercio,
con la nostalgia de aquel
que
ha de ver.
CEES
NOOTEBOOK. (1933).
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