SOY UN
GRÁVIDO RIO.
Soy un
grávido río, y a la luz meridiana
ruedo
bajo los ámbitos reflejando el paisaje;
y en el
hondo murmullo de mi audaz leaje
se oye la
voz solemne de la selva lejana.
Flota el
sol entre el nimbo de mi espuma liviana;
y
peinando en los vientos el sonoro plumaje,
en las
tardes un águila triunfadora y salvaje
vuela
sobre mis tumbos encendidos en grana.
Turbio de
pesadumbre y anchuroso y profundo,
al pasar
ante el monte que en las nubes descuella
con mi
trueno espumante sus contornos inundo;
y
después, remansado bajo plácidas frondas,
purifico
mis aguas esperando una estrella
que
vendrá de los cielos a bogar en mis ondas.
CERCA DEL
ANCHO RÍO.
Cerca del
ancho río que murmura,
en las
arenas que el cenit rescalda
vela el
caimán, cuya rugosa espalda
parece
cordillera en miniatura.
Viendo
nadar sobre la linfa pura
lustroso
pato de plumaje gualda,
como
túrbido grano de esmeralda
agranda
el ojo entre la cuenca dura.
Pérfidamente
sumergido un rato
en la
líquida sombra, de rrepente
aprietan
sus mandíbulas el pato.
entonces
flota la dispersa pluma,
abre un
círculo enorme la corriente,
y
tiembla, sonrojándose, la espuma.
CUANDO YA
SU PIRAGUA.
Cuando ya
su piragua los raudales remonta,
brinca el
indio, y entrando por la selva malsana,
lleva al
pecho un carrizo con veneno de iguana
y el
carcaj en el hombro con venablos de chonta.
Solitario,
de noche, los jarales trasmonta;
rinde
boas horrendos con la recia macana,
y,
cayendo al salado, por la trocha cercana
oye ruido
de pasos... y al acecho se apronta.
Ante el
ágil relámpago de una piel de pantera,
ve vibrar
en lo oscuro, cual sonoro cordaje,
los
tupidos bejucos de feroz madriguera;
y al
sentir que una zarpa las achiras descombra,
lanza el
dardo, y en medio de la brega salvaje
surge el
pávido anuncio de un silbido en la sombra!
ENTRE EL
ECO IRACUNDO.
Entre el
eco iracundo de ladridos violentos,
sobre un
rastro de dantas va la ronca jauría,
por
raudales trementes, por la chamba sombría,
revolcando
los montes y mordiendo los vientos.
Son mis
perros, veloces y de sangre sedientos,
que
iniciando, furiosos, su carrera de un día.
Pronto al
sol alcanzaron en la azul serranía
y en las
sombras hundieron los hocicos sangrientos
Ya de
noche, sacuden la maraña tupida;
dan
medrosos aullidos; a la danta rendido
le
devoran el vientre con itánica brega;
y al
tornar, silenciosos, por las breñas oscuras,
perfumando
sus pieles, todo el monte les riega
una gran
tufarada de piñuelas maduras.
JOSÉ
EUSTASIO RIVERA SALAS.
Nació en
San Mateo-Rivera, Huila (Colombia), el 19 de febrero de 1888 y murió en Nueva
York, el 1 de diciembre de 1928, fue un escritor colombiano
destacado por su obra poética pero sobre todo por su novela La
vorágine,
considerada un clásico de la literatura hispanoamericana.
Fuente: Wikipedia.
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