lunes, 23 de mayo de 2016

POEMAS DE JOSÉ EUSTASIO RIVERA II.

PERSIGUIENDO EL PERFUME.

Persiguiendo el perfume de risueño retiro,
la fugaz mariposa por el monte revuela,
y en los aires enciende sutilísima estela
con sus pétalos tenues de cambiante zafiro.


En la ronda versátil de su trémulo giro
esclarece las grutas como azul lentejuela;
y al flotar en la lumbre que en los ámbitos riela,
vibra el sol y en la brisa se difunde un suspiro.


Al rumor de las lianas y al vaivén de las quinas,
resplandece en la fronda de las latas colinas,
polvvoreando de plata la florida arbileda,


y gloriosa en el brillo de sus luces triunfales,
sobre el limpio remanso de serenos cristales
pasa, sin hacer sombra, con sus alas de seda.

EMBOZADO EN LA SOMBRA.

Embozado en la sombra se destaca
el farallón: y la espesura inmensa,
al borrarse el crepúsculo, condensa
un rumor perfumado de albahaca.


Algo se muere entre la fronda opaca;
gime el paujil, la guacamaya piensa;
lloran lánguuidas voces, y en la densa
quietud, boga un lucero en la resaca.


Rendido ante el dolor de la penumbra,
mi ser, que es una luz, se apesumbra;
después, con los murientes horizontes


me voy desvaneciendo, me evaporo...
y mi espiritu vaga por los montes
como una gran luciernaga de oro.

ATROPELLADOS.

Atropellados, por la pampa suelta,
los raudos potros, en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.


Atrás dejando la llanura envuelta
en polvo, alargan la cerviz en juta,
y a su carrera retumbante y bruta,
cimbran los pindos y la palma esbelta.


Ya cuando cruzan el austral peñasco,
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,


resoplan roncos, ante el sol violento,
y alzando un grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.

EL TORO PADRE.

El toro padre -cuando sorda increpa
la tempestad- con su pulmón vibrante,
avanza, ronco, hacia el confín distante
sorbiendo ventarrones en la estepa.


Parte macollas de profunda cepa;
reta las intemperies del levante,
y tras la brava nube retumbante
los altos morros, rezongando, trepa.


Después, ante la absorta novillada,
revoluciona el polvo en la planada;
se vuelve en nubes de color pardusco,


y creyéndose el dios de los inviernos,
brama, como tronando, y traza brusco
un zyg-zag de centellas con los cuernos.

JOSÉ EUSTASIO RIVERA.
 Resultado de imagen para jose eustasio rivera

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

A VECES LLEGABAN ... CARTAS.

Las cartas de amor no se estilan hoy en día, pero fueron y seran importantes dentro de la historia de la humanidad por la expresión de se...