miércoles, 6 de junio de 2012

POEMAS DE DAMASO ALONSO IV.


EMBRIAGUEZ.
Me embriago de aromas. Qué delicia,
Campo recién llovido castellano.
Qué embriaguez, tocar, tocar...: mi mano
febrilmente las cosas acaricia.

No se sacia la vista que se envicia
en color, embriagada, oh mi verano.
Mar, selva, viento, multitud, noticia.

Me embriago de mujer, dulce marea
como un niño, y de vino me embriago.
¡Vivir, vivir, oh dulce embriaguez mía!

¡Qué has de entenderme, turba farisea!
La ebriedad de mi sangre busca un lago
final: embriagarme en Dios un día.
De: Hombre y Dios. (1955).

LUZ A CIEGAS.
Me pregunto otra vez:
¿Qué es la luz sin un ojo que la mire?

Sí, nosotros decimos:
En ciéndeme la luz; apágala”,
A la luz de la luna”,
Qué luz la de estos días soleados de otoño”.

Todo, sensación, ilusión.
Tú interpretas la luz, que era negrura, ojo,
lo mismo que las ondas de la radio
son silencio y distancia,
hasta que el receptor las detiene y transforma.

Ay, ondas de la luz, ciega negrura.
De: Gozos de la Vista. (1955).
DE PROFUNDIS.
Si vais por la carrera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mo Dios me ha señalado; odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe,
Sobre la cabeza del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes, que ya ha olvidado las palabras de amor,
Y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
Y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suelo en el carnero del campo santo,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra,
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!
De: Los Hijos de la Ira. (1944). 
 
DAMASO ALONSO.
 

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