PARA
SEMBRAR COLORES.
Al
preparar la tierra
en
su cuerpo anhelante
no
produzcas dolor
en
sus entrañas,
ábrela
simplemente
sin
herirla,
aliméntala
con jugos
minerales,
toma en tu
propia mano
la semilla
para que
la revuelvas
con tu
sangre,
deposítala
envuelta
en
melodías,
cúbrela
con tu aliento
como un
padre,
y por
último
riégala
en la
mañana
y en la
tarde
con el
agua que brota
de la
montaña madre
sin
permitir jamás
que la
toquen las lágrimas.
CARLOS
MEDELLÍN FORERO.
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