lunes, 2 de octubre de 2017

EL PECADO DEL ÁNGEL. / CIRO MENDÍA.

Siempre cuando en su alcoba perfumada
la amada desnudarse pretendía,
el Ángel de la Guarda se salía
al momento del cuarto de la amada.

De la vecina estancia distinguía,
con el placer de un alma enamorada,
el ruido de la seda liberada
de aquella blanca y dulce titanía.

Una noche el buen ángel, de repente,
en el espejo vio las maravillas
de aquel desnudo cuerpo transparente.

Y al sentir que en pasión se iba abrasando
cayó, como un esclavo de rodillas
ante la luna de cristal llorando.

CIRO MENDÍA. (1894 - 1979)

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