martes, 17 de enero de 2012

POEMAS DE HARRY MARTINSON.

H. Martinson escritor y Premio Nobel 1974. Nació el 6 de mayo de 1904, en Jämshóg, provincia de Blekinge. Murió en 1978.
HARRY MARTINSON.

HABÉIS VISTO UN BARCO CARBONERO.   (1929)
¿Habéis visto salir de un huracan a un barco carbonero
con las bota varas quebradas, la borda destrozada,
abollado, resollando, fracasado
y con un capitán que está completamente ronco?
Atraca resoplando en el soleado muelle,
lamiendo agotado sus heridas,
mientras el valor languídece en las calderas.

 
BARCOS FANTASMAS. (1929)
Barcos fantasmas somos, silenciosos, rumbo
a las salidas del sol y los amaneceres.
Barcos sin hogar somos, eternamente errantes.
Navegamos en tempestades septentrionales
y en tibios oleajes meridionales, silentes.
Barcos sin hogar somos, eternamente errantes.
Y constantemente aparecen en nuestro viaje
como fantasmas los mismos sueños salvajes
y las mismas canciones suenan una y otra vez.
Y olvidadas tempestades se despiertan
danza de la muerte sobre las corrientes
y dulce y conciliador canturrea el mismo oleaje.
Mira: mil barcos han perdido el rumbo
y a la deriva navegan entre nieblas
y mil hombres se han ido a pique
rezando a las estrellas.
Y vemos el mismo destino todavía
camino a los rayos de un alba bella.
Y los mismos sueños llenan todavía
los cansados cerebros.
En oscuros espacios brilla sin embargo
Orión igual de centelleante
sobre hombres cansados,
que han dejado de mirar a las visiones matinales.
Nosotros, los demás, soñamos aún esta noche
con la luz del alba, que deslumbrante
se elevará sobre pecios en dunas fantasmales.

ALBATROS. (1929)
Como mensajero del hambre y del amor
saliste
del estrecho de las boyas de campana.
Con célere y rumoroso aleteo
atravesaste nadando el monzón.
Todo para gritar tu tempestuosa hambre
ante el acantilado pajarero de Comia
—que surge manchado de apareamientos
oteando desde las nieblas al oeste de Falkland—
Y para encontrar
a una vieja ave amada de Kamchatka.
Después de días de espera llegó
tempestuosa, lluviosa
saliendo de un viento aullante del este.
Y vosotras, aves de tormenta:
una vez muerto el júbilo del apareamiento
os zambullisteis tristes gritando hambrientas
de nuevo en las nieblas que envuelven el mundo.
Albatros y aves de fragatas,
hijos extraviados de las tempestades de Dios.
 
GAVIOTA MUERTA.  (1929)
Nunca más atravesará
mi hambriento pico
la calma de la niebla.
Nunca más me meceré ansiosa de grasa de foca
en la ola que juega con la luz del sol;
ya no me deleitaré
—en la escarpada escollera—
con el hígado del gran bacalao —
nunca, —oh, nunca.
Pero en la niebla vive mi grito extraviado.
Tú lo has oído, pescador,
y el sonido de una boya ondulante,
el solapado oleaje
te extravió en el mar.
Nunca más chirriarán ansiosos tus escálamos allí fuera.
—Silenciosa es la noche—
¡Vive, oh, grito mío solitario!

EL VIENTO MARINO.  (1934).
Sobre océanos infinitos avanza el viento marino
estiende sus alas por la noche y el día,
asciende y desciende
sobre el ondulante pavimento solitario de los mares eternos.
Se avecina la aurora
o se avecina la noche
y el viento marino siente en su rostro -el viento terral.
Las boyas de campana entonan canciones matutinas y vespertinas,
el huno de un barco carbonero
o el humo de un barco carbonero
o el humo de la hoguera de la pez fenicia se desvanece por el horizonte,
una medusa solitaria se mece intemporalmente con sus resplandecientes raicillas azules.
Se avecina la noche o la aurora.

DORA.   (1945)
Bajo el sombrero de paja cuyo entramado filtraba el sol sobre su frente.
miraban,  taladrando ingenuamente, unos ojos oscuros como la zarzamora.
Querías defender en silencio la oscura lluvia de pecas de tu rostro.
Pero a veces no pensabas en ello y te reias.

EN JUNIO.  (1945)
Las últimas estrellas de la primavera se asoman, pero sin nitidez.
Son pequeñas, pálidas como la luna y no tienen vigor.
Cansadas de refulgir durante el invierno
descansan en las luminosas noches del verano.

LA SIERVA.   (1953)
Ella arrojó lejos su azada
y avanzó hacia él diciendo:
no derroches demasiados años en la piedra inconmovible de tu obstinación.
Demórate alguna vez con mi corazón en el rocio y escucha al zorzal y al cuchillo.
Pronto nos encontrará el sol del crepúsculo lo suficientemente viejos
para que lo sigamos para siempre cuando se acuesta detrás de las colinas.

EL ISLOTE.   (1953).
El somormujo tuerce la cabeza y se da la vuelta,
se lanza detrás de su cuello
como detrás de una flecha polícroma por
los círculos del agua.
Y el islote se balancea,
se desliza como un barco con aparejo de noble,
juega por un instante con sus siglos en las olas del ahora.

INVOCACIÓN  (1958)
L a luna llena resplandece en el mar
y tú en mi corazón.
La ribera espera y envejece. Tú no llegas nunca.
Efímero es el sendero de luz lunar que riela en el mar que devoró
el barco en el que hubiésemos viajado un largo tiempo
llevados por el deseo, tocando la flauta y la lira
uniendo la canción y la carne en el viento de plata.

LA CANCIÓN DEL PRADO.   (1958)
Un prado en flor no puede ser descrito más que por sus mariposas,
sólo puede ser cantado correctamente por sus abejas.
Mantener unido ese vuelo multitudinario
y distinguir correctamente el canto de las abejas.
Sólo pueden hacerlo las hadas que han practicado eternamente.


LA DESPEDIDA DE LOS RECUERDOS.   (1960)
Cuando los recuerdos van a desvanecerse nos visitan con gran frecuencia
como si quisieran ser completamente consumidos.
Lo mejor es comerlos como el manjar favorito,
muy a menudo, hasta que uno ya se harta de ellos.
Así disminuye su valor
para el día en que sean presa del insolente olvido.

PARTIDO EN DOS.  (1971)
Tu avidez de calma y tu ansia de movimiento, de inquietud
cantan un dúo hostil a lo largo de una vida de olas y valles.
¿Cuál es la razón de vivir? Ninguna y sin embargo todas.
¿Cuál es la razón de morir? Lo mismo.
Esos ojos desgraciados vieron más de lo que podían arreglar,
esos ojos felices vieron con una confianza heredada
las cosas rectas y redondas, los árboles con raíces y copas.
El fluir y volar y arrastrarse, una ruina felizmente combinada.
EL CEDAZO DE LOS RECUERDOS.  (1971)
La mayoría de los recuerdos
caen al suelo con las hojas.
Si después uno los toca
solamente crujen secos
como si jamás hubiesen verdecido
en los matorrales de los años.
El hombre exige de las cosas
más que ellas de él.
Avaro e implacable
consume el resplandor de las cosas.
HARRY MARTINSON.

Poemas tomados del texto: Antología poética de Harry Martinson. (Trad. Fco Uriz.)
y Entre Luz y Oscuridad.

1 comentario:

  1. .. me recuerda a Walt Whitman; sin embargo, quizás debieron haber introducido más ritmo en sus versos o composiciones; pero son muy buenos, muy buenos; Saludos

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