viernes, 30 de noviembre de 2012

POEMAS DE ADAM ZAGAJEWSKI. - "DESEO"

A MI HERMANO MAYOR.
Con que tranquilidad avanzamos
a través de días y meses,
y cantamos en voz baja
una negra canción de cuna,
cuán fácil los lobos secuestran
a nuestros hermanos,
con qué levedad
respira la muerte,
con qué rapidez
navegan los barcos
por las arterias.

LA MAJESTUOSIDAD DEL SUEÑO.
El sueño, cual veranda de una casa rural,
te descubre el bosque, las sombras
y el interior de los recuerdos.
El sueño es un espíritu libre de obligaciones,
la orgullosa capital de la poesía y el teatro.
El sueño es un pensamiento aún sin encarnar
que la envidiosa realidad apenas alimenta.
El sueño es la Asiria severa y valiente.
El sueño es la Toscana vista al alba,
cuando los finos árboles beben tinta
de la negra tierra; y es la ciudad
que respira en largos cigarrillos de tristeza.
El sueño visita hospitales y cárceles,
consuela a los afligidos
como una monja de corazón puro.
El sueño se apaga, cansado;
muere plácido, sin rencor
y sin heredero, como Norwid.

NADAR.
Los ríos de este país son dulces
como una canción trovadoresca,
el pesado sol se dirige hacia occidente
en amarillas carretas ciecenses.
En las pequeñas iglesias rurales
aparece el tejido del silencio, tan fino
y antiguo que una sola respiración
podría romperlo.
Me gusta nadar en el mar que siempre
está hablando solo
con la voz monótona de un viajero
que ya ni siquiera recuerda
cuánto tiempo lleva de viaje.
Nadar es como una oración:
las manos se unen y se separan,
se unen y se separan,
casi sin fin.

BÁRBAROS.
Éramos nosotros los bárbaros.
Era ante nosotros que temblabais en los palacios.
Nos esperabais con el corazón estremecido.
Eran sobre nuestras lenguas que decíais:
quizá se formen sólo de consonantes,
de susurros, murmullos y hojas secas.
En los negros bosques vivíamos nosotros.
Era a nosotros que nos temía Ovidio en Tomos,
éramos nosotros los que veneraban a dioses
cuyos nombres no sabíais pronunciar.
Pero también nosotros conocimos la soledad
y el temor, y dejamos la poesía.
Adam Zagajewski.
Poemas extraídos de texto: “Deseo”.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

POEMAS DE LUIS CERNUDA.

Remordimiento en traje de noche
Un hombre gris avanza por la calle de niebla;
No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío;
Vacío como pampa, como mar, como viento,
Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.

Es el tiempo pasado, y sus alas ahora
Entre la sombra encuentran una pálida fuerza;
Es el remordimiento, que de noche, dudando,
En secreto aproxima su sombra descuidada.

No estrechéis esa mano. La yedra altivamente
Ascenderá cubriendo los troncos del invierno.
Invisible en la calma el hombre gris camina.
¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.

De: Un río, un amor, 1929.
QUÉ RUIDO TAN TRISTE
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.

Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.

Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto

De: Los Placeres Prohibidos, 1931.

Donde habite el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

De: Donde Habite el olvido, 1934.
Luis Cernuda.
(1902-1963), poeta y ensayista español, uno de los más destacados de la generación del 27, nació en Sevilla, hijo de un padre militar, comandante de ingenieros, que lo educó de forma autoritaria en un ambiente de rígidos e intransigentes principios. Pasó una infancia feliz, protegido por sus dos hermanas mayores.
En 1947 se marchó a Estados Unidos, donde trabajó como profesor en Mount Holyoke y donde permaneció hasta 1952, año en que decidió marcharse a México, donde murió en 1963.
La poesía de Cernuda recuerda a la de los románticos por su actitud apasionada y su espíritu eternamente insatisfecho. Su poesía podría emparentarse con la del poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870).
La poesía de Cernuda refleja una gran variedad de temas y corrientes. No obstante, tiene un tema central: la soledad, la tristeza, el sufrimiento y la incomprensión. El poeta se lamenta de lo difícil que le resulta al hombre alcanzar sus sueños, como si la vida real se empeñase en alejar al ser humano de los que más desea. (Tomado de Hispanoteca.eu)

lunes, 26 de noviembre de 2012

POEMAS DE LIANA MEJÍA.

ESQUIZOFRENIA
No haces otra cosa
que reír con la complicidad
de los que asesinan el silencio
mientras vas clavando
puertas y ventanas
desmoronando pequeñas
catedrales de arcilla.

La locura brilla en tus ojos
como una rosa
de vidrio y neón.

A LENNON.
El aire trae mariposas
de alas negras
y canciones de lluvia,
una blanca yegua
galopa al amanecer
atravesada por afilados
cuchillos de viento.

RONCESVALLES.
El último vigila
la fortaleza destruida.
Ya no se oyen los gritos del combate.
En la llanura
decenas de cuencas vacías
miran el horizonte.

Nació en Medellín, Colombia, 1960.
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jueves, 22 de noviembre de 2012

POEMAS DE FEDERICO GARCÍA LORCA II.

Serenata.

Homenaje a Lope de Vega
Por las orillas del río
se está la noche mojando
y en los pechos de Lolita
se mueren de amor los ramos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Lolita lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Plata de arroyos y espejos.
Anís de tus muslos blancos.

Se mueren de amor los ramos.
De: Canciones, 1921 – 1924.
Caracola

A Natalia Jiménez
Me han traído una caracola.

Dentro le canta
un mar de mapa.
Mi corazón
se llena de agua
con pececillos
de sombra y plata.

Me han traído una caracola.
De: Canciones, 1921 – 1924.

ASOMO LA CABEZA.
Asomo la cabeza
por mí ventana, y veo
cómo quiere cortarla
la cuchilla del viento.

En esta guillotina
divisible, yo he puesto
la cabeza sin ojos
de todos mis deseos.

Y un olor de limón
llenó el instante inmenso,
mientras se convertía
en flor de gasa el viento.
De: Canciones, 1921 – 1924.
Gacela del amor desesperado

La noche no quiere venir
para que tú no vengas,

ni yo pueda ir.

Pero yo iré,
aunque un sol de alacranes me coma la sien.

Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.

Pero tú vendrás

por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.
De: Diván del Tamarit, 1936.
Gacela del amor maravilloso.

Con todo el yeso
de los malos campos,
eras junco de amor, jazmín mojado.

Con sur y llamas
de los malos cielos,
eres rumor de nieve por mi pecho.

Cielos y campos
anudaban cadenas en mis manos.

Campos y cielos
azotaban las llagas de mi cuerpo.
De: Diván del Tamarit, 1936.

Casida del llanto

He cerrado mi balcón
por que no quiero oír el llanto
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.

Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento,
no se oye otra cosa que el llanto.
De: Diván del Tamarit, 1936.

martes, 20 de noviembre de 2012

POEMAS DE JOAQUÍN MATTOS OMAR.

OTRO DÍA DE TRABAJO.
Tengo
tantas melancolías
en mi alma
que no sé
por cual de ellas
empezar a sufrir.

OJO POR OJO.
A través de la horqueta que forman las ramas de un mango -para ella, una rendija- asoma la luna su enorme y brillante globo ocular, que se me lanza encima, todo, rotundo, con una mirada de inquisición implacable.
A ese ojo pétreo, trato de oponer el brillo efervescente con que una suave ebriedad natural irradía en los míos.
Luna, el fuego con que miras es tranquilo, casi helado. El mio, se agita como el de una hoguera.
 
LAS VIEJAS HERIDAS.
Las viejas heridas
son monstruos que duermen con pérfida placidez,
furias transitoriamente desactivadas,
intervalos de silencio entre dos gritos desgarrados,
que un mal día
despiertan a un terrible conjuro,
despiertan a un terrible llamado
de algún invisible y atroz enemigo,
y renuevan su punzada, su dolor,
como un extendido cuero de tigre
que, en el centro de la apacible sala,
reincorporándose de súbito, se arrojara contra nosotros,
armado otra vez de rugidos y de garras.

Soltando la costura a su sórdida materia,
las viejas heridas vuelven a ensangrentar la vida,
dejando brotar lo que debió
permanecer cegado para siempre.

Joaquín Mattos Omar.
Nació en Santa Marta, Magdalena, en 1960. 

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