El poeta Ángel González, (Oviedo, 6 de septiembre
de 1925 – Madrid, 12 de enero de 2008) era uno de los grandes vates
españoles del siglo XX. Ha sido merecedor de premios como el Príncipe de
Asturias de las Letras y el Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana.
Además era miembro de la Real Academia Española.
Aunque “no guste, en poesía hay que hablar de generaciones y Ángel González fue uno de los grandes de la del 50, junto a Claudio Rodríguez”.
El ejercicio de la paciencia como el propio Ángel González se
encargó de aclarar, su poesía responde a que fue “larga y prematuramente
adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa
restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas”. El comienzo de
la Guerra Civil le sorprendió en Asturias. Tras la ruptura del cerco de
Oviedo, su hermano decide marcharse a León, donde fue detenido y
fusilado por los falangistas. El otro hermano del joven Ángel se exilió y
su hermana se quedó sin trabajo.
En 1955 presenta su primer libro, Áspero mundo, al Premio Adonais y recibe un accésit. Después le seguirían poemarios fundamentales como Sin
esperanza, con convencimiento (1961); Grado elemental (1961), Tratado de urbanismo (1967), Breves acotaciones para una biografía (1971),
Prosemas o menos (1983), Deixis de un fantasma (1992) y su último libro, Otoño y otras luces (2001).
En 1955 presenta su primer libro, Áspero mundo, al Premio Adonais y recibe un accésit. Después le seguirían poemarios fundamentales como Sin
esperanza, con convencimiento (1961); Grado elemental (1961), Tratado de urbanismo (1967), Breves acotaciones para una biografía (1971),
Prosemas o menos (1983), Deixis de un fantasma (1992) y su último libro, Otoño y otras luces (2001).
Quise, a Susana Rivera
Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.
por Ángel González.
por Ángel González.
FRAGMENTO LITERARIO, DOS CANCIONES INÉDITAS PARA EL RECUERDO.
AL ALBA
Al alba,
llevas los bueyes al agua.
Soñando estaba contigo,
al alba,
que pasabas con tus bueyes,
cantando,
debajo de mi ventana.
Tu cantabas en mi sueño.
La canción me despertaba.
Tan bella cuando la oía
como cuando la soñaba.
Soñando estaba contigo,
al alba,
que pasabas con tus bueyes,
cantando,
debajo de mi ventana.
Tu cantabas en mi sueño.
La canción me despertaba.
Tan bella cuando la oía
como cuando la soñaba.
AS NARANJAS Y LA MAR.
Tiene naranjas la mar.
Tiene naranjas la mar.
Las olas son verdes ramos,
La espuma es blanco azahar.
Y tus pechos, en la fronda
De las olas y la espuma,
Son dos naranjas saladas
Cuando te bañas desnuda.
Cuando te vayas desnuda,
Tiene naranjas la mar.
La espuma es blanco azahar.
Y tus pechos, en la fronda
De las olas y la espuma,
Son dos naranjas saladas
Cuando te bañas desnuda.
Cuando te vayas desnuda,
Tiene naranjas la mar.
Letras de Ángel González para un proyecto con el tenor Joaquín Pixán.
Tomado de EL PAÍS de España.
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Angel González .
Muerte en el olvido.
” Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
oscuro, torpe, malo
el que la habita. “
Angel González.
Angel González.
Palabra muerta, palabra perdida.
“Mi memoria conserva apenas solo
el eco vacilante de su alta melodía:
lamento de metal, rumor de alambre,
voz de junco, también
latido, vena.
Recuerdo claramente su erre temblorosa,
su estremecida erre suspendida
sobre un abismo de silencio y ámbar,
desprendiéndose casi
de la música oscura que por detrás la asía,
defendiéndose apenas
del cálido misterio que la alzaba en el aire
creando un solo cuerpo de luz y de belleza.
Luminosa y precisa,
yo la sentía en mi ser profundamente,
sabía su sentido,
descifraba sin llanto su mensaje,
porque acaso ella fuese
-o sin acaso: cierto-
la única palabra irrefrenable
que mi sangre entendía y pronunciaba:
una palabra para estar seguro,
talismán infalible
significando aquello que nombraba.
Como un perfume que lo explica todo,
como una luz inesperada,
su presencia de viento y melodía
hería los sentidos, golpeaba
el corazón,
estremecía la carne
con el presentimiento verdadero
de la honda realidad que descubría.
Pronunciarla despacio equivalía
a ver, a amar, a acariciar un cuerpo,
a oler el mar, a oír la primavera,
a morder una fruta de piel dulce.
Todo ocurría así, hasta que un día
la dije bien, y no entendí su cántico.
La grité clara, la repetí dura,
y esperé ávidamente,
y percibí, lejano, un eco inexplicable, infiel
reflejo
que en vez de iluminar, oscurecía,
que en vez de revelar, cubrió de tierra
la imprecisa nostalgia de su antiguo mensaje.
Cuando un nombre no nombra, y se vacía,
desvanece también, destruye, mata
la realidad que intenta su designio. “
Los dos últimos poemas tomados de:
El Poder de la Palabra – http://www.epdlp.com/
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Un poema.
NADA ES LO MISMO.
La lágrima fue dicha… //
Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia. /
¿A qué llorar por el caído fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente? /
No es bueno repetirlo lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd: /
Nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde. /
Publicado en, elalmadisponible.blogspot.com – Por Ana Pérez Cañamares.
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