lunes, 24 de septiembre de 2012

POEMAS DE LUIS CARLOS LÓPEZ II.

POSTURAS  DIFÍCILES.

IN PACE,
Life is a jest.
Jhon Say.
Cruza el arroyo el solitario entierro
de un pobre. Es natural
que le acompañe un perro
bajo la indiferencia vesperal.

¿De qué murió? Sería
de bulimia, es decir,
de no haber visto la panadería
con ojos de fakir.

Y ahora va, como inútil adjetivo,
despanzurrado dentro de un cajón
de tablas de barril.- He aquí un motivo
para una cerebral masturbación.

Lluvia.

Y, a la semioscuridad
melancólica del día,
la ciudad
erra un harapo. Lluvia.

Con tozuda necedad.
Yo sentía
como sedante humildad
y una honda misantropía.

Viendo a través del encaje
sucio del agua, el paisaje
al crayón,
mientras debajo del alero
del balcón,
tiritaba un pordiosero.

El Trashumante Mateo.
Conoce, pues trajina por pueblos y caminos,
medio mundo. Es un raro músico de arrabal,
de trágica melena, grandes ojos bovinos,
crepusculares ojos de soñador sensual.

Fue fraile inverosímil, turnó con asesinos,
mercachifle ambulante, sacapotra genial,
tiró el dado en las mesas de todos los casinos,
durmiendo en un palacio como en un hospital.

Y hoy toma, fatigado de su larga odisea
de vagabundo, a esta soporífera aldea,
para después, acaso, sin saber con qué fin,

bifurcarse por otra ruta desconocida
siempre exótico, siempre bajo la misma vida,
zurciendo su inefable tristeza en el violín...

Va Cayendo La Noche.
Torva concavidad opalescente
de un cielo que hace recordar la orina
de los hipocondríacos. Lentamente
se apaga la retina.

Del sol, un sol ingente,
lacio y senil. El mar hoy no amotina
su carapacho: duerme mansamente
con pesadez de fofa gelatina.

Cierra la noche, fúnebre moldura,
la vesperal cisura.
Y a la mueca truncada

del faro -mueca que ilumina el cromo-,
tiembla el paisaje como
si lo rasgasen de una cuchillada...

A Bordo.
Por el ojo -es un ojo de batracio-
de mi caliginoso camarote,
contemplo el sol agónico. El espacio
teñido con semilla de zapote.

Rezonga el maderamen; bajo el lente
crepuscular, se queja a la sordina,
sintiendo lo impotente
de la salvaje soledad marina.

Negra nube a distancia
simula venerable fortaleza
del tiempo colonial. Extravagancia
de la naturaleza.

Y el rudo mar, infatigable viejo
viril, siempre bilioso,
frunciendo a cada tumbo su entrecejo,
su entrecejo canoso...

Luis Carlos López.
Continuando con la nota de la primera entrega.
Rechazó la grandilocuencia que dominaba el ambiente, dando una lección para quienes retóricamente, creen ( si todavía) ser poetas. Su expresión siempre fue magra, muy cercana al soneto, pero reformándolo con trabajada sobriedad (G. A. Arévalo).
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