EN
SALMO.
¿Por
qué tanto deseo
de
una mañana más allá del aire?
¿Resistiría
mi alma su luz pura?
Oh
belleza extremada de la vida,
para
la soledad de mi hora nocturna
haz
que la sombra de oro que dejó el Minotauro
se
extravié en la pradera de las maravillas.
SORTILEGIO.
No
quisiera que el día
fuese
menos amado que la noche,
pero
el agua que pasa, en su esplendor,
no
es tan honda ni bella.
Oh
cauce de granados
por
el patio y el cielo,
a
mitad del camino del verano
cómo
no amar tu fuente en la tiniebla.
RAZÓN
PARA LA REINA.
Guarda
bien esos versos. No digas a la reina
cuándo
me viste, ni por qué senderos
del
jardín escondido. No le cuentes
que
hablé en sueños de tigres y de pájaros,
ni
que vi el purgatorio en mi desvelo
en
un libro de hojas estrelladas.
Le
escribo cosas bellas y nocturnas
del
naranjo y las puertas. Di tan solo
que
al salir del alcázar me llamaron.
Guardo
bien estos versos, me va en ellos la vida.
LA
SOMBRA DEL NARANJO.
Absorto,
el mediodía,
y
a través de jardines desolados,
deja
caer el grave
silencio
de los pájaros.
Luz
del juicio final, la vida dura
lo
que leve sombra del naranjo.
De:
Carta Imaginaría (1998).
GIOVANNI
QUESSEP.
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