viernes, 7 de septiembre de 2012

POEMAS DE GIOVANNI QUESSEP IV.

SALMO Y EPIGRAMA.
Vé al huerto
por almendras
amarillas y rojas,
y a su entrada
canta los nombres del paraíso.
Si Eva
vestida de carnaval
te ofrece una manzana,
sé sabio
en tu pasión
y ofrécele a tu vez
al ángel que, escondido,
espera detrás de la blanca corteza.
Y, nada temas.
Después de todo
sólo son árboles:
un almendro,
un manzano
que ve con ojos ávidos
desde el muro de piedras el carpintero.
TEJIDO.
Si tuviese tus ojos, hilandera,
podría ver lo que jamas he visto:
hilos de plata, hilos de oro, hilos de seda
moviéndose en mis manos
para tejer las cuatro estaciones,
especialmente la primavera
o el otoño que todo lo acaba;
vería el agua correr por la madeja
y torres en el fondo de las barcas,
o miraría en la rueca
las bellas formas que ya son el hilo
en que siempre la muerte nos espera,
el hilo de plata, el hilo de oro, el hilo de seda.
UMBRAL DE LA MUERTE.
De madrugada el viento, azul y fuerte,
golpea la ventana. Habia estrellas
y temor y tormento. Cosas bellas
había. Vendrá la muerte.

Vendrá la muerte y en su fondo, acaso,
hallemos el tesoro
que hemos buscado por el arca de oro.
Las músicas halladas van de paso.

Van de paso la luna, lo perdido,
lo que nombra y escoge, lo que ha sido,
todo lo que en el tiempo es cosa vana.

Nadie sabe los hilos de la historia
que gira en la ventana,
ni el viento azul, ni la terrible noria.
LECTURA.
Algo hay en la casa y no sabemos
de donde viene; hay duelo y hojas secas
y colores quemados, y hay un libro
que no podemos leer, nuestro tesoro.

Vendrá la hora de la luna y los duendes
y buscaremos el dibujo más bello.
Alguien dice que vamos a morir...
Y no saber si lo ha leído o lo ha soñado.
Poemas tomados de: “Un Jardín y un Desierto” (1993).
 
GIOVANNI QUESSEP.

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