SALMO
Y EPIGRAMA.
Vé
al huerto
por
almendras
amarillas
y rojas,
y
a su entrada
canta
los nombres del paraíso.
Si
Eva
vestida
de carnaval
te
ofrece una manzana,
sé
sabio
en
tu pasión
y
ofrécele a tu vez
al
ángel que, escondido,
espera
detrás de la blanca corteza.
Y,
nada temas.
Después
de todo
sólo
son árboles:
un
almendro,
un
manzano
que
ve con ojos ávidos
desde
el muro de piedras el carpintero.
TEJIDO.
Si
tuviese tus ojos, hilandera,
podría
ver lo que jamas he visto:
hilos
de plata, hilos de oro, hilos de seda
moviéndose
en mis manos
para
tejer las cuatro estaciones,
especialmente
la primavera
o
el otoño que todo lo acaba;
vería
el agua correr por la madeja
y
torres en el fondo de las barcas,
o
miraría en la rueca
las
bellas formas que ya son el hilo
en
que siempre la muerte nos espera,
el
hilo de plata, el hilo de oro, el hilo de seda.
UMBRAL
DE LA MUERTE.
De
madrugada el viento, azul y fuerte,
golpea
la ventana. Habia estrellas
y
temor y tormento. Cosas bellas
había.
Vendrá la muerte.
Vendrá
la muerte y en su fondo, acaso,
hallemos
el tesoro
que
hemos buscado por el arca de oro.
Las
músicas halladas van de paso.
Van
de paso la luna, lo perdido,
lo
que nombra y escoge, lo que ha sido,
todo
lo que en el tiempo es cosa vana.
Nadie
sabe los hilos de la historia
que
gira en la ventana,
ni
el viento azul, ni la terrible noria.
LECTURA.
Algo
hay en la casa y no sabemos
de
donde viene; hay duelo y hojas secas
y
colores quemados, y hay un libro
que
no podemos leer, nuestro tesoro.
Vendrá
la hora de la luna y los duendes
y
buscaremos el dibujo más bello.
Alguien
dice que vamos a morir...
Y
no saber si lo ha leído o lo ha soñado.
Poemas
tomados de: “Un Jardín y un Desierto” (1993).
GIOVANNI
QUESSEP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario