viernes, 21 de septiembre de 2012

POEMAS DE GIOVANNI QUESSEP VI.

ESPLENDOR.
No sé por qué destino
de hierro vino el pájaro
con las alas quemadas,
dando golpes de ciego por el aire.

Pero traía ese encanto
que da la desventura
cuando al alba de un día afortunado
todo es posible, el polvo y la belleza.

Se posó como cielo
en la rama secreta del naranjo.
Ya sabe el esplendor que da la muerte,
y canta a su jardín, más extasiado y leve.

JUEGO DE NIÑOS.
Vino, leve, del cielo,
y la rama de mirto fue un hilo de oro y grana.
Ahora yace, inmóvil,
en tu mano manchada.
Dime, dios pequeño del jardín:
¿de quién el aleteo,
de quién la antigua música, su alma?
Mirándote jugar recuerdo y canto a solas,
ni todas las esencias de la Arabia...
 
APÓCRIFO ALEJANDRINO.
En sueños invocó Su nombre el Caballero,
y vio en sueños el Blanco Libro de la agonía.
Al despertar, no hallaba el sol de Alejandría,
y confundió sus manos con el libro postrero.

Leyó entonces su fábula y otras fábulas, sus
vigilias le enseñaron que nada es verdadero,
ni la tiniebla de oro donde viera a Jesús,
ni el escudo de plata que dejó ciego a Homero.
 
GIOVANNI QUESSEP.

De: Carta Imaginaría (1998).

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