jueves, 16 de agosto de 2012

POEMAS DE GIOVANNI QUESSEP II.

MUERTE DE MERLIN.

A LA PAZ DE LOS MUERTOS.
Nada como esta noche
para engañar al alma,
para sembrar en ella un canto
entre la hiedra desolado;

la oscuridad del cielo
despierta a los que yacen
y los hace creer
en la segunda muerte.

¿Estamos todos sometidos
al resplandor sobre las hojas?
¿Nadie nos guarda entonces
de quien hace el revés de los tapices?

TRÁEME EL ALBA.
Tráeme el alba del abril soñado,
sus pájaros que inician el asombro
o la violeta blanca del destino
que guarda todavía la llave de oro de sus pétalos.

Quiere abrir el alcázar de la fuente
prometedora de la vida y del canto,
lejos de la ceniza
que cae de las sombras.

Solo en su agua, bajo los almendros,
podré ver el tapiz de la esperanza;
busco una tierra en lo hondo, en su espesura
de lirios y de maravillas mortales:

Quizá el país que todo lo reúne
como espejo, la fábula
donde la constelación es una piedra diminuta
y alguien canta a la muerte como una crisálida.

Quiero tomar a lo que ya no existe
sino en la imagen del hilo sagrado,
tal vez un mito sea, pero mi alma
no se resigna a perder su tesoro.

Tráeme el alma del abril soñado,
sus pájaros que inician el asombro
o la violeta blanca del destino
que guarda todavía la llave de oro de sus pétalos.

LA LECTURA DE WILLIAM BLAKE.

Estoy feliz, a pesar de la muerte
que me acecha desde las araucarias,
mi alegría proviene de otro cielo
donde los pájaros adoran la mirada del tigre.

Tigre, tigre, quemante joya
en las florestas de la noche,
¿qué hada se ha posado en tus ojos,
qué jardín en tu piel de luna manchada?

Estoy feliz, aunque la rutina
amenace las puertas de mi casa;
nadie podría detenerme, nadie
que tenga el secreto de mis palabras.

ANTIFAZ.
Quien vive es el que oculta.
Mi rostro, quizá siempre
tenga yo el antifaz, tal vez mi alma
no sea sino un espacio
vacío, donde crece
lo que he perdido, lo que nunca
vieron mis ojos. Pero, entonces,
¿quién mira las estrellas,
quien el jardín, el agua?
A solas y en silencio
conservo esta penuria
de no ser la leyenda que me sigue,
y de no saber si soy
el que ha inventado el día de su muerte.

ENTRE ÁRBOLES.
Si eres tú la que busco
ven en la noche de perdidos reflejos,
si eres el cuerpo amado
ven entre árboles, entre canciones.

Aquí te espera un tiempo
desposeído de sus fábulas,
un cuerpo castigado por la vida
y las zarzas de los caminos.

Si eres tú la que vienes
déjame una señal entre los árboles:
un velo blanco, una huella en el polvo
me bastarán en mi miseria.

Ven que la muerte espera,
como floresta magnífica espera la muerte;
si eres tú la que busco
ven protegida por un cielo.

MUERTE DE MERLÍN.
Entre bosques el reino ha concluido.
No tiene sino puertas con herrumbre.
El sortilegio era falso, los encantadores
yacen bajo el espino blanco.

Sin embargo, -para quien pueda ver
a través de sus párpados de escarcha-,
existe un rincón desconocido
que brinda la constelación y la rosa.

Aquí el laurel no habita
sino el veneno azulado de la mandrágora,
y el tiempo guarda sus libélulas
para dorar los ojos de los muertos.

GIOVANNI QUESSEP.

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