MUERTE
DE MERLIN.
A
LA PAZ DE LOS MUERTOS.
Nada
como esta noche
para
engañar al alma,
para
sembrar en ella un canto
entre
la hiedra desolado;
la
oscuridad del cielo
despierta
a los que yacen
y
los hace creer
en
la segunda muerte.
¿Estamos
todos sometidos
al
resplandor sobre las hojas?
¿Nadie
nos guarda entonces
de
quien hace el revés de los tapices?
TRÁEME
EL ALBA.
Tráeme
el alba del abril soñado,
sus
pájaros que inician el asombro
o
la violeta blanca del destino
que
guarda todavía la llave de oro de sus pétalos.
Quiere
abrir el alcázar de la fuente
prometedora
de la vida y del canto,
lejos
de la ceniza
que
cae de las sombras.
Solo
en su agua, bajo los almendros,
podré
ver el tapiz de la esperanza;
busco
una tierra en lo hondo, en su espesura
de
lirios y de maravillas mortales:
Quizá
el país que todo lo reúne
como
espejo, la fábula
donde
la constelación es una piedra diminuta
y
alguien canta a la muerte como una crisálida.
Quiero
tomar a lo que ya no existe
sino
en la imagen del hilo sagrado,
tal
vez un mito sea, pero mi alma
no
se resigna a perder su tesoro.
Tráeme
el alma del abril soñado,
sus
pájaros que inician el asombro
o
la violeta blanca del destino
que
guarda todavía la llave de oro de sus pétalos.
LA
LECTURA DE WILLIAM BLAKE.
Estoy
feliz, a pesar de la muerte
que
me acecha desde las araucarias,
mi
alegría proviene de otro cielo
donde
los pájaros adoran la mirada del tigre.
Tigre,
tigre, quemante joya
en
las florestas de la noche,
¿qué
hada se ha posado en tus ojos,
qué
jardín en tu piel de luna manchada?
Estoy
feliz, aunque la rutina
amenace
las puertas de mi casa;
nadie
podría detenerme, nadie
que
tenga el secreto de mis palabras.
ANTIFAZ.
Quien
vive es el que oculta.
Mi
rostro, quizá siempre
tenga
yo el antifaz, tal vez mi alma
no
sea sino un espacio
vacío,
donde crece
lo
que he perdido, lo que nunca
vieron
mis ojos. Pero, entonces,
¿quién
mira las estrellas,
quien
el jardín, el agua?
A
solas y en silencio
conservo
esta penuria
de
no ser la leyenda que me sigue,
y
de no saber si soy
el
que ha inventado el día de su muerte.
ENTRE
ÁRBOLES.
Si
eres tú la que busco
ven
en la noche de perdidos reflejos,
si
eres el cuerpo amado
ven
entre árboles, entre canciones.
Aquí
te espera un tiempo
desposeído
de sus fábulas,
un
cuerpo castigado por la vida
y
las zarzas de los caminos.
Si
eres tú la que vienes
déjame
una señal entre los árboles:
un
velo blanco, una huella en el polvo
me
bastarán en mi miseria.
Ven
que la muerte espera,
como
floresta magnífica espera la muerte;
si
eres tú la que busco
ven
protegida por un cielo.
MUERTE
DE MERLÍN.
Entre
bosques el reino ha concluido.
No
tiene sino puertas con herrumbre.
El
sortilegio era falso, los encantadores
yacen
bajo el espino blanco.
Sin
embargo, -para quien pueda ver
a
través de sus párpados de escarcha-,
existe
un rincón desconocido
que
brinda la constelación y la rosa.
Aquí
el laurel no habita
sino
el veneno azulado de la mandrágora,
y
el tiempo guarda sus libélulas
para
dorar los ojos de los muertos.
GIOVANNI
QUESSEP.
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