martes, 16 de julio de 2013

POEMAS DE GUILLERMO VALENCIA.

Hay un Instante...
 
    Hay un instante en el crepúsculo
en que las cosas brillan más,

fugaz momento palpitante
de una morosa intensidad.
 
     Se aterciopelan los ramajes,
pulen las torres su perfil,

burila un ave su silueta
sobre el plafondo de zafir.
 
     Muda la tarde, se concentra
para el olvido de la luz,

y la penetra un don süave
de melancólica quietud,
 
     como si el orbe recogiese
todo su bien y su beldad,

toda su fe, toda su gracia
contra la sombra que vendrá...
 
     Mi ser florece en esa hora
de misterioso florecer;

llevo un crepúsculo en el alma,
de ensoñadora placidez;
 
     en él revientan los renuevos
de la ilusión primaveral,

y en él me embriago con aromas
de algún jardín que hay ¡más allá!...

Los Camellos
 

Lo triste es así...
Peter Altenberg


Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.

Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el soñoliento avance de sus vellosas piernas
-bajo el rojizo dombo de aquel cenit de fuego-
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...

Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento:
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.

Vagando taciturnos por la dormida alfombra,
cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra
copiaron el desfile de la Melancolía...

Son hijos del Desierto: prestóles la palmera
un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca del Esfinge!

Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:
"amamos la fatiga con inquietud secreta..."
y vieron desde entonces correr sobre una espalda
tallada en carne, viva, su triangular silueta.

Los átomos de oro que el torbellino esparce
quisieron en sus giros ser grácil vestidura,
y unidos en collares por invisible engarce
vistieron del giboso la escuálida figura.

Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,
la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas... huesos en blanquecino enjambre...
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.

Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,
ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas al rey de la fatiga:

¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio
que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas,
sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agoniza sin sangre entre las venas!

¡Oh artistas! ¡Oh camellos de la Llanura vasta
que vais llevando a cuestas el sacro Monolito!
¡Tristes de Esfinge! ¡novios de la Palmera casta!
¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!

¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas
de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la humanidad redime.

Se pierde ya a lo lejos la errante caravana
dejándome -camello que cabalgó el Excidio...-
¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises de lóbrego fastidio!

¡No! buscaré dos ojos que he visto, fuente pura
hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente;

Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre
mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vio un camello con honda pesadumbre,
mirando silencioso dos fuentes de zafiro...

Guillermo Valencia Castillo.

Nació en Popayán, Colombia, el 20 de octubre de 1873, y murió en Popayán, Colombia, 8 de julio de 1943, fue un poeta y político colombiano. Fue pionero del Modernismo en Colombia. Además, fue diplomático y candidato presidencial, creador de una poesía pictórica con influencias del romanticismo y del parnacianismo.
Fuente: Antología de la Poesía Colombiana.Bandera Animada Colombia

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