No creo que Judas aún se haya ahorcado
Porque el poeta que habita en mí, me besa
Y luego sale, no sé adónde
A vender mis sueños.
Yo sólo espero
A que se cumpla la voluntad
De las palabras.
Manos
ineptas
Me
acuerdo que alguien decía
Que
en nuestras propias manos está el fin.
Yo
busco las mías y me desconsuelo
Al
ver lo que hacen.
Me
dan pena. Son tan ineptas
Que
hasta para consumar mi vida
No
atinan en el blanco.
Ni
siquiera saben empuñar un cuchillo.
Si
jamás han acariciado un rostro,
Cómo
pedirles que me dejen acariciar la muerte.
Son
unas inútiles; semejan aburridas alumnas
Esperando
el dictado; porque sólo para eso sirven
Para
escribir palabras y voltear páginas.
Dichoso
me sentiría si tuviera
Mis
manos metidas en el fuego,
Pero
para mi mala suerte
Las
llevo metidas en la poesía.
TRAMPAS.
La
poesía tal vez la debo.
A
mis años de infancia.
Yo
de pequeño, en vez de cazar pájaros,
Construía
jaulas para atrapar nubes.
Las
observaba en el cielo
Y
me parecían aves más exóticas;
Porque
podían de un momento a otro
Transformarse
en más animales
O
tomar diferentes formas.
Ahora
que sé que no hay musas o hadas
Construyo
palabras, para atrapar del aire
Lo
que dice el silencio.
RESPUESTA.
Lo
cínico que sé del amor,
Es
que alguien se tiende en la noche
A
repasar una a una las estrellas
Hasta
aprender de memoria
Que
no está solo.
Carlos
Héctor Trejos Reyes.
Nació
en Riosucio, Caldas, en 1969, y falleció en Manizales en 1999.
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