- EL MORIBUNDO.
- I.
PALABRAS.
Él
decía palabras.
Quiero
decir palabras, todavía palabras.
Esperanza.
El Amor. La Tristeza. Los Ojos.
Y
decía palabras,
mientras
su mano ligeramente débil sobre el lienzo aún vivía.
Palabras
que fueron alegres, que fueron tristes, que fueron soberanas.
Decía
moviendo los labios, quería decir el signo aquel:
el
olvidado, ese que saben decir mejor dos labios,
no,
dos bocas que fundidas en soledad pronuncian.
Decía
apenas un signo leve como un suspiro, decía un aliento,
una
burbuja; decía un gemido y enmudecían los labios,
mientras
las letras teñidas de un carmín en su boca
destellaban
muy débiles, hasta que al final cesaban.
Entonces
alguien, no sé, alguien no humano,
Alguien
puso sus labios en los suyos.
Y
alzó una boca donde sólo quedó el calor prestado,
las
letras tristes de un beso nunca dicho.
II.
EL
SILENCIO.
Miró,
miró por último y quiero hablar.
Unas
borrosas letras sobre sus labios aparecieron.
Amor
sí, amé. He amado. Amé, ame mucho.
Alzó
su mano débil, su mano sagaz, y un pájaro
voló
súbito en la alcoba. Amé mucho, el aliento aún decía.
Por
la ventana negra de la noche las luces daban su claridad
Sobre
una boca que no bebía ya de un sentido agotado.
Abrio
los ojos. Llevó su mano al pecho y dijo:
Oídme.
Nadie
oyó nada. Una sonrisa oscura veladamente paso su dulce máscara
sobre
le rostro, borrándolo.
Un
soplo sonó. Oídme. Todos, todos pusieron su delicado oído.
Oídme.
Y se oyó puro, cristalino, el silencio.
De:
Nacimiento Último, 1953.
PISADA
HUMANA.
Esa huella no es beso.
No es tampoco un gemido, un sollozo, una huida,
un testimonio vivo que alguien deja.
Es la huella de un pie: ¡pisada humana!
El pie o la flor, el pie o la espuma, el pie o la gravitación total que pesa y cruje.
Allí en la huella, la suavidad de la planta. Allí la finísima estructura calcárea,
la delicadeza del pétalo, los cinco dedos que un momento reunidos compusieron la flor, volaron. Ahí se miran.
Allí la rosa carne que tembló en la arena,
pulsó: vibró el mundo; alejóse.
Allí todavía el pie desnudo, impreso como un beso a la tierra.
Allí la forma esbelta que se levantó con raíz instantánea
y un momento se abrió en un cuerpo y dio su olor, y se desvaneció.
Brilló con flor arriba, con locura suave...
Allí cabeceó, criatura justa que hubo nacido, crecido, brillado, desaparecido,
en el momento irrepetible de la pisada.
No es tampoco un gemido, un sollozo, una huida,
un testimonio vivo que alguien deja.
Es la huella de un pie: ¡pisada humana!
El pie o la flor, el pie o la espuma, el pie o la gravitación total que pesa y cruje.
Allí en la huella, la suavidad de la planta. Allí la finísima estructura calcárea,
la delicadeza del pétalo, los cinco dedos que un momento reunidos compusieron la flor, volaron. Ahí se miran.
Allí la rosa carne que tembló en la arena,
pulsó: vibró el mundo; alejóse.
Allí todavía el pie desnudo, impreso como un beso a la tierra.
Allí la forma esbelta que se levantó con raíz instantánea
y un momento se abrió en un cuerpo y dio su olor, y se desvaneció.
Brilló con flor arriba, con locura suave...
Allí cabeceó, criatura justa que hubo nacido, crecido, brillado, desaparecido,
en el momento irrepetible de la pisada.
De:
En un vasto dominio, 1962.
ROSTRO
TRAS EL CRISTAL.
(Mirada
del viejo)
O
tarde o pronto o nunca.
Pero ahí tras el cristal el rostro insiste.
Junto a unas flores naturales la misma flor se muestra
en forma de color, mejilla, rosa.
Tras el cristal la rosa es siempre rosa.
Pero no huele.
La juventud distante es ella misma.
Pero aquí no se oye.
Sólo la luz traspasa el cristal virgen.
Pero ahí tras el cristal el rostro insiste.
Junto a unas flores naturales la misma flor se muestra
en forma de color, mejilla, rosa.
Tras el cristal la rosa es siempre rosa.
Pero no huele.
La juventud distante es ella misma.
Pero aquí no se oye.
Sólo la luz traspasa el cristal virgen.
De:
Poemas de la consumación, 1969.
Vicente Aleixandre.
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