miércoles, 13 de marzo de 2013

POEMAS DE RAFAEL ALBERTI III.

SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA.
Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.


Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.


Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento una vela!

RETORNOS DEL AMOR EN LOS BALCONES.
Ha llegado ese tiempo en que los años,
las horas, los minutos, los segundos vividos
se perfilan de ti, se llenan de nosotros,
y se hace urgente, se hace necesario,
para no verlos irse con la muerte,
fijar en ellos nuestras más dichosas,
sucesivas imágenes.

¿Dónde estás hoy, en dónde te contemplo,
en qué roca, en qué mar, bajo qué bosque,
o en qué penumbra de estivales sábanas
o en qué calientes, nórdicas alcobas?

Ha pasado la siesta dulce de los azules
que la ancha isla nos tendió en el sueño.
Venus casi dormida aún, te asomas
al íntimo refugio de los barcos
y toda tú ya cantas como un puerto
amoroso de velas y de mástiles.

Tus cabellos tendidos vuelan de los balcones
a enredarse en la trama delgada de las redes,
a poner banderines en los palos más altos
y un concierto de amor en los marinos aires.

Luego, cuando al poniente retornan silenciosos,
blancos de sales y alas de gaviotas,
pongo en tu corazón desnudo mis oídos
y escucho el mar y aspiro el mar que fluye
de ti y me embarco hacia la abierta noche.

AQUÍ SI YO HUBIERA SIDO CABALLO.
Aquí sí yo hubiera sido
caballo, sólo caballo
junto al río.


Ees tanta la soledad
del hombre y tan grande el río,
que aquí sí yo hubiera sido
caballo, sólo caballo
junto al río.


Ser como piedra encendida
del viento y pacer dormido
sobre el bañado del río,
junto al río.


De pronto, un relincho largo
y un galopar infinito,
para seguir siendo piedra
del viento y pacer dormido
del otro lado del río,
junto al río.

A ERNESTO “CHE” GUEVARA.
Te conocí de niño
allá en el campo aquel
de Córdoba, Argentina,
jugando entre los álamos
y los maizales,
las vacas de las viejas quintas,
los peones...
No te vi más,
hasta que supe un día
que eras la luz ensangrentada;
el norte, esa estrella
que hay que mirar a cada instante
para saber en donde nos hallamos.
Roma 1970.
Rafael Alberti.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

A VECES LLEGABAN ... CARTAS.

Las cartas de amor no se estilan hoy en día, pero fueron y seran importantes dentro de la historia de la humanidad por la expresión de se...