Escritor francés. N. Arras, 1887 - París, 1976. Influido por la escuela simbolista en sus primeros libros de poemas (Presencias, 1912; Hablar,
1913), a partir de su conversión al catolicismo (1924) reflexionó en
sus obras poéticas sobre la doble naturaleza del hombre, prisionero de
los instintos pero atraído por la espiritualidad: El paraíso perdido (1929), Sudor de sangre (1934), Diadema (1949), Reflejos (1962). Dentro de una tendencia similar, esribió también novelas: Paulina 1880 (1925), Catalina Crachat (1947).
HELENA
Qué
bella eres ahora cuando ya no existes
El polvo de la muerte te ha desnudado incluso del alma
Cómo eres de codiciada después que hemos desaparecido
Las ondas las ondas llenan el corazón del desierto
La más pálida de las mujeres
Hace buen tiempo sobre las crestas de agua de esta tierra
En el paisaje muerto de hambre
Que rodea la ciudad de ayer los malentendidos
Hace buen tiempo sobre los circos verdes desatendidos
Transformados en iglesias
Hace buen tiempo en la meseta desastrosa desnuda y trastornada
Porque estás muerta
Esparciendo soles por las huellas de tus ojos
Y las sombras de grandes árboles enraizados
En tu terrible cabellera que me hacía delirar.
El polvo de la muerte te ha desnudado incluso del alma
Cómo eres de codiciada después que hemos desaparecido
Las ondas las ondas llenan el corazón del desierto
La más pálida de las mujeres
Hace buen tiempo sobre las crestas de agua de esta tierra
En el paisaje muerto de hambre
Que rodea la ciudad de ayer los malentendidos
Hace buen tiempo sobre los circos verdes desatendidos
Transformados en iglesias
Hace buen tiempo en la meseta desastrosa desnuda y trastornada
Porque estás muerta
Esparciendo soles por las huellas de tus ojos
Y las sombras de grandes árboles enraizados
En tu terrible cabellera que me hacía delirar.
(Pierre
Jean Jouve. Materia celeste. Traducción de
Norberto León Insuasty Plaza)
Dar
sin recibir
Dar
sin recibir es la desgracia de los poetas. Sus verdaderas lágrimas
se pierden. Lo sagrado que alguna vez han tocado se escapa al más
allá sin que ningún testigo de la operación haya sido capaz de
seguirlo. Como Prostitución del corazón puesta al desnudo la poesía
se ofrece a todos sin pretender otra cosa que entregarse, pues no
busca el placer, sólo la fuerza. Por ello en este mundo decadente,
errante, absurdo, la poesía es buscada, poseída, finalmente
despreciada. Desearíamos reformar tan abyecta condición: mas no es
asunto de la razón, pues si el hombre conociese en poesía, jamás
podría perseguir una presa, mantener un desorden de cosas, una
rapiña profunda y una humillación, todo eso que él recubre y que
llama la vida; necesitará parecerse un poco a los ángeles.
(Pierre
Jean Jouve. Prosas.
Traducción de Norberto León Insuasty Plaza)
Nada
Es preciso aún cruzar un llanto de mis manos
A tu vacío seno rosa el pecho violeta
Rosa tronchada a muerte y violeta gastada
Foliólo, abolida, jarrón sin porvenir,
Amar que Tú no seas: en el rayo sentido
Nadie, y en tu rechazo se despliega un camino
Recto a Tu corazón que ama todo y recoge
Todo en nuestro deseo de matar los amores.
Si anulo el corazón destrozará su cárcel
De hambre. Pero es aún un teatro verbal
Lo que rompe tu beso oh Sangre. Y sangre muerta.
Es preciso aún cruzar un llanto de mis manos
A tu vacío seno rosa el pecho violeta
Rosa tronchada a muerte y violeta gastada
Foliólo, abolida, jarrón sin porvenir,
Amar que Tú no seas: en el rayo sentido
Nadie, y en tu rechazo se despliega un camino
Recto a Tu corazón que ama todo y recoge
Todo en nuestro deseo de matar los amores.
Si anulo el corazón destrozará su cárcel
De hambre. Pero es aún un teatro verbal
Lo que rompe tu beso oh Sangre. Y sangre muerta.
LÁGRIMA.
Lo
que el ojo
derrama es una
perla de sombra
caldeada
con el fuego que
se apaga en la
serena
Eternidad:
sobre el vago
polvo y sobre la
piedra,
sobre
los campos, el
asfalto y el aire
o
sobre el frágil
pañuelo que en las
manos tiembla
ella
permanece, capital que crece
por dentro
al
ser engendrada
por la muerte.
La poesía para Jouve es “un lenguaje magnetizado,
portador de una carga…A través de este lenguaje debe producirse la
unidad en el punto extremo entre el pensamiento y la palabra, entre
el sentido y el signo, entre una resultante de todas la masas
psíquicas en movimiento y el desarrollo agradable de las sílabas”
(Pierre-Jean Jouve. Poesía. Selección, traducción y prólogo
de Federico Gorbea. Ediciones Librerías Fausto, Buenos Aires, 1974.
p.9.)
Veamos:
AH,
EL POETA
Ah,
el poeta escribe para el vacío de los cielos
¡Puro azul que el invierno no logra ver más! Escribe en
la conjuración de los silencios de nieve, ¡en los ahogos de las
fiestas falaces! y en la carencia y en la opacidad, cada una
de sus líneas es como si no estuviera (y su fino personaje, a
la luz vestido, es como si no estuviera)
Y sólo en la conjuración secreta y admirable, véanlo
defender sus amores extraños
Cuando en su lugar nadie tuvo coraje de amor
¡Puro azul que el invierno no logra ver más! Escribe en
la conjuración de los silencios de nieve, ¡en los ahogos de las
fiestas falaces! y en la carencia y en la opacidad, cada una
de sus líneas es como si no estuviera (y su fino personaje, a
la luz vestido, es como si no estuviera)
Y sólo en la conjuración secreta y admirable, véanlo
defender sus amores extraños
Cuando en su lugar nadie tuvo coraje de amor
Entonces
en la orilla negra de los fabulosos vientos y de
los sueños de algas, y bajo el peso dulcísimo de tempestades
de bruma
Encierra la palabra en la botella verde,
Campanas de desesperanza y de horribles grumos
Lanza a la ola superior una botella sin acción, sin fuerza
y sin dirección que alcanzará el nivel de amor
Un día, fuera de toda belleza, de toda gloria, de todo día.
los sueños de algas, y bajo el peso dulcísimo de tempestades
de bruma
Encierra la palabra en la botella verde,
Campanas de desesperanza y de horribles grumos
Lanza a la ola superior una botella sin acción, sin fuerza
y sin dirección que alcanzará el nivel de amor
Un día, fuera de toda belleza, de toda gloria, de todo día.
(LENGUA.
1952)
Paisaje
chino.
Llueve sobre un lago, todo está borroso y detrás, sigilosamente, el trueno. Largas cintas sueltas deshilachan las rocas más duras mientras el agua está lisa como una virgen. Yo paseo una pena de varios siglos notando el aire vivo sin viento sobre mi cara.
No hay nadie en este país. Todo es aquí pérdida, fantasmas, ausencia después de la muerte. Ni siquiera existe esa pena de la que hablé. Una vez más se trata de lograr que el terrible conflicto no mate al poeta.
PIERRE-JEAN JOUVE.
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