lunes, 5 de agosto de 2013

POEMAS DE AURELIO ARTURO.

CANCIÓN DE AYER.

Un largo, un oscuro salón rumoroso
cuyos confines parecían perderse en la edad balsámica.
Recuerdo como tres antorchas áureas nuestras cabezas inclinadas
sobre aquel libro viejo que rumoraba profundamente en la noche.

Y la noche golpeaba con leves nudillos en la puerta de roble.
Y en los rincones tantas imágenes bellas, tanto camino
soleado, bajo una leve capa de sombra luciente como terciopelo.

La voz de Saúl me era una barca melodiosa.
Pero yo prefería el silencio, el silencio de rosas y plumas,
de Vicente el menor, que era como un ángel
que hubiese escondido su par de alas en un profundo armario.

Más, ¿quién era esa alta, trémula mujer en el salón profundo?,
¿quién la bella criatura en nuestros sueños profusos?
¿Quizá la esbelta beldad por quien cantaba nuestra sangre?
¿O así, tan joven, de luz y silencio, nuestra madre?

O acaso, acaso esa mujer era la misma música,
la desnuda música avanzando desde el piano,
avanzando por el largo, por el oscuro salón como en un sueño.
........................................................
(A ti, lejano Esteban, que bebiste mi vino,
te lo quiero contar, te lo cuento en humanas míseras palabras:
Cuando estás en la sombra, cuando tus sueños bajan
de una estrella a otra hasta tu lecho,
y entre tus propios sueños eres humo de incienso,
quizá entonces comprendas, quizá sientas,
por qué en mi voz y en mi palabra hay niebla.)
...........................................................
Un largo, oscuro salón, tal vez la infancia
leíamos los tres y escuchábamos el rumor de la vida,
en la noche tibia, destrenzaba, en la noche
con brisas del bosque. Y el grande, oscuro piano,
llenaba de ángeles de música toda la vieja casa.

CLIMA.

Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste,
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.

Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas
y un soplo ágil en todo, son el canto.
Palmas había, palmas y las brisas
y una luz como espadas por el ámbito.

El viento fiel que mece mi poema,
el viento fiel que la canción impele,
hojas meció, nubes meció, contento
de mecer nubes blancas y hojas verdes.

Yo soy la voz que al viento dio canciones
puras en el oeste de mis nubes,
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.

Y en mi país apacentado nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.

La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos el formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.

Ese verde poema, hoja por hoja
lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.

Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,
árboles verdes, verde algarabía
de las hojas menudas y el moroso
viento mueve las hojas y los días.

Dance el viento y las verdes lontananzas
me llamen con recónditos rumores:
dócil mujer, de miel henchido el seno,
amó bajo las palmas mis canciones.
Aurelio  Arturo.
 

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