miércoles, 9 de enero de 2013

POEMAS DE MANUEL ALTOLAGUIRRE III.

DIBUJO.
¡Qué despejada la frente!
Las cejas, rubio horizonte
que separa al mar del cielo.
Transparentes y cercanas,
las aguas del mar del rostro,
sobre el coral, los dos peces.
De: Ejemplo, 1927.
///////// **////////
De: Poesía, 1930 -1931.
FUGA.
Al ver por donde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.



Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
o sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.



No hacia dentro de ti,
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.



No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida,
yo como ante una puerta
ante tu pecho frío.

ALTA PLAYA.
Quiero subir a la playa
blanca donde el oleaje
verde un mar ignorado
salpica el amnto de Dios,
a ese paisaje infinito,
altísimo iluminado



No estarme bajo este techo
angustioso de la vida,
de la muerte, del cansancio,
por no morir ni nacer
a las promesas alegres.



Quiero nacer de esta madre
que es la tierra, el mundo alto
donde los muertos nacieron.

TUS PALABRAS.
Apoyada en mi hombro
eres mi ala derecha.
Como si desplegaras
tus suaves plumas negras,
tus palabras a un cielo
blanquísimo me elevan.



Exaltación. Silencio.
Sentado estoy a mi mesa,
sangrándome la espalda,
doliéndome tu asuencia.

MALDAD.
El silencio eres tú.
Pleno como lo oscuro,
incalculable,
como una gran llanura
desierta, desolada,
sin palmeras de música,
sin flores, sin palabras



Para mi oído atento
eres noche profunda
sin auroras posibles.
No oiré la luz del día,
porque tu orgullo terco,
rubio y alto, lo impide.
El silencio eres tú:
cuerpo de piedra.

Y CUANDO ABRÍ LOS OJOS.
Y cuando abrí los ojos,
después de aquella idea,
encontré el mar pequeño,
el cielo bajo,
el mundo, un mueble.



Cuando abrí los ojos,
después de haberme amado,
era tu corazón un universo,
con un mar grande, un cielo alto
y con las nubes de mis pensamientos.

SIN ELLA.
Mi soledad ausente.
¡Qué soledad sin soledad!
Sentirme solo al lado
de tanta compañía,
solo, sin soledad.



Encontrarme perdido,
sin solución, disuelto
en una muchedumbre.



¡Qué ruinas polvorientas
la compañía de todos!



¡Qué edificio sereno,
concentrado profundo,
mi soledad ausente!
Manuel Altolaguirre Bolín.

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