jueves, 13 de julio de 2017

AFECTO 45. / FRANCISCA JOSEFA DEL CASTILLO Y GUEVARA.

Deliquios del Divino Amor en el corazón
de la criatura y en las agonías del huerto.

I
El habla delicada
del amante que estimo,
miel y leche destila
entre risas y lirios.

Su meliflua palabra
corta como rocío,
y con ella florece
el corazón marchito.

Tan suave se introduce
su delicado silbo
quue duda el corazón
si es el corazón mismo.

Tan eficaz persuade,,
que cual fuego encendido
derrite como cera
los montes y los riscos.

Tan fuerte y tan sonoro
es su aliento divino,
que resucita muertos,
y despierta dormidos.

Tan dulce y tan suave
se percibe al oído
que alegra de los huesos
aún lo más escondido.

II
Al monte de la mira
he de hacer mi camino,
con tan ligeros pasos,
que iguale al cervatillo.

Mas ¡ay Dios! que mi amado
al huerto a descendido,
y como árbol de mirra
suda el licor más primo.

De balsamo es mi amado
apretado racimo
de las viñas de Engadi,
el amor le ha cogido.

De su cabeza el pelo,
aunque ella es oro fino,
difusamente baja
de penas a un abismo.

El rigor de la noche
le da el color sombrío,
y gotas de su hielo
le llenan de rocío.

¿Quién pudo hacer, ¡ay cielo!
temer a mi querido
que huye el aliento y queda
en un mortal deliquio?

Rojas las azucenas
de sus labios divinos,
mirra amarga destilan
en su color marchitos.

Huge Aquilo, ven Austro,
sopla en el huerto mío,
las eras de las flores
den su olor escondido.

Sopla más favorable,
amado vientecillo,
den su olor los aromas
las rosas y los lirios.

Más ¡ay! Que si sus luces
de fuego y llamas hizo
hará dejar su aliento
el corazón herido.

FRANCISCA JOSEFA DEL CASTILLO Y GUEVARA (1671 - 1742)

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