jueves, 31 de diciembre de 2015

La mer... / Javier Naranjo.

La mer...
Cada minuto el último minuto
                    1. Levertov.
Lamer
Lo que me ha sido
dado


como las bestias
que descienden
al agua lenta
de la vega.


JAVIER NARANJO.
Medellín, Antioquia, Colombia,1956.

lunes, 28 de diciembre de 2015

ALAS. / ANDRÉS NANCLARES.

ALAS.

Un hombre,
por pura conveniencia,
debe tener alas.



No importancia
si son alas de ángel,
de murciélago
o de ave de rapiña.



Lo que cuenta
es que su vuelo sea alto
para evitar
que su sien
se choque con las balas
o su vida se estrelle con la nada.

ANDRÉS NANCLARES.
Frontino, Antioquia, Colombia, 1952.

jueves, 24 de diciembre de 2015

EL QUE SE VA. / SANTIAGO MUTIS DURÁN.

EL QUE SE VA.
(el regreso)

Te dejo mis ojos, ati árbol de fuego
A ti, tierra mía, te dejo mi lengua
mis labios, la luz de mi frente
los dientes blancos con que acaricié
tus senos, ay, tan delicados
mis manos donde la vida
dibujó su costelación
de arena iluminada
mi pecho, la flor de mis huesos
fosforescente



he venido a tráertelos
Deja que mi alma
sueve
me sepulte en tu regazo.
                                             A Laura.

SANTIAGO MUTIS DURÁN.
Bogotá, Colombia, 1951.

martes, 22 de diciembre de 2015

LA PRIMERA ESTRELLA. / GUILLERMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ.

LA PRIMERA ESTRELLA.

La primera estrella nunca la olvido.
Fue en el campo
Ante el ramaje de la ceiba
Y el relincho del caballo.



Fue como la risa del padre
Y cambió mi vida
Y huí despavorido en la noche
Buscando su huella de oro
En la orilla del río.



La primera estrella
No la olvido: su luz
Bañada la hierba.



La primera estrella
Quiero decir aún la persigo
Aún deseo que me espere lejana
Y me atormente con su espectro de oro.

GUILLERMO MARTÍNEZ GONZÁLEZ.
La Plata, Huila, Colombia, 1952

jueves, 17 de diciembre de 2015

CANCIÓN PARA JUAN RULFO.

CANCIÓN PARA JUAN RULFO.

En la orfandad
se acuna el silencio de las ruinas futuras
en este lugar que se llama tierra
por no tener un nombre todavía
sus habitantes
llevan en un ojo la luna de la muerte
en el otro un sol quemante.
La voz
no nace de los labios
es la huella profunda del silencio.
Silencio es el nombre de este paraje
fulano es el nombre de todos
y piedra o ceniza
los nombres que tendremos en la nada
hay una geografía con huellas de ausentes
los árboles caídos se deshojan
en algún recodo de la eternidad
y cubren de hojarasca las calles del siglo.
El viento pasa sordo
sin decir nada
todo es un rumor imponente como la medianoche
mas no todo comienza aquí ni termina en esta geografía.

ÁLVARO MARÍN ARIAS.
Manzanares, Caldas, 1958.

martes, 15 de diciembre de 2015

DOS POEMAS DE LUIS FERNANDO MACÍAS ZULUAGA.

PARA EL CANTO.
Para el canto.
Para el canto al mundo vinimos
para la danza fugaz.
Conocemos la sangre
que alimenta en las flores
su color
y a responder por un nombre nos enseñan.


En el amor somos
en el dolor nos construimos
en el sentido del ser nos elevamos
e iluminado el espíritu se hermana
se hace bueno
se alegra el mundo
con nuestra estancia pasajera.


Se van
el rostro y el nombre
y volvemos al silencio
al olvido.

EL TIEMPO DE LOS ÁRBOLES.
El tiempo de los árboles es más lento porque ellos viven tranquilos.
Los árboles están contentos con su condición de árbol y son leales a su naturaleza.
El mango no quiere ser naranjo porque está satisfecho de sus dulces frutos y los exhibe orgulloso en grandes gajos que cambian el verde al amarillo y al rostrosus ramas.
En los vientres de las selvas colombianas los guayacanes, las ceibas, el duro para siempre, elevan sus ramas serenas hacia el cielo en busca de la lauz del sol que es la cúpula del cielo con la tierra.
Los árboles guardan un silencio sabio durante los siglos de su existencia y, con éste, dicen la verdad profunda para que la escuche quien opidos tenga.
La paz de los árboles propicia moradas a los pájaros, que son nerviosos e inquietos porque su corazón es frágil y su cuerpo leve.
Los árboles reciben gustosos el agua de las lluvias,
la alegría reverdece sus hojas como el aliento de una mano fresca.
Muy raramente el árbol entristece y si entristece es por enfermedad o por falta de agua, pero se alivia fácil
porque es inocente y simple.
El tiempo de los árboles casi está detenido para nuestros ojos rápidos.
El amor de los árboles casi es invisible para nuestro corazón mezquino.
La paz de los árboles
es el secreto de su larga vida.

LUIS FERNANDO MACÍAS ZULUAGA.
Medellín, Antioquia, 1957.

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